
Ayer por la noche me quedé pensando en lo que había escrito sobre los sudores y de repente se hizo luz en mi cabeza y vino un fogonazo en forma de recuerdo y en concreto me refiero al aspecto animal que tenemos y que somos follando. Si, me vino a la cabeza una persona o mejor dicho una amiga de aquellos tiempos lejanos, cuando se follaba a destajo y que por cierto, ahora no sé nada de ella. Pero a lo que iba, mi amiga follando era una pasada y no porque follara muy bien, que también, sino por su amalgama de gestos, de chillidos, gritos, contorneos que hacía mientras copulábamos o follábamos o hacíamos el amor (esto para los más finos).
Era un compendio de gestos obscenos y lascivos y acompañados de guturales ruidos y gritos y graznidos y tanto lo era, que yo a veces en el medio del polvo me quedaba pensativo contemplándola, como atontado, perplejo, extasiado e incrédulo, e incluso a veces pensaba que a lo mejor ella estaba convulsionando o a punto de estarlo y me quedaba tan colgado de su numerito, que me olvidaba de que yo también estaba follando. Y yo pienso que ella lo percibía y se daba cuenta de que me había ido del coco y entonces reclamaba con un más y más y más y eso volvía activarme, pues al grito de más, yo respondo. Aunque no sé muy bien para qué, pues ella se lo guisaba y ella solita se lo comía, yo sólo ponía el palo o la estaca sobre la que ella daba vueltas y vueltas y más vueltas, vamos que yo era el eje y ella el globo terráqueo.
Y los labios entreabiertos y asomando la lengua y relamiéndose y los ojos en blanco y la mirada de loca y de tal profundidad que te taladraba. Y los espasmos de cuello y de músculos y las contracciones uterinas y los contorneos y un gesto muy de ella, se llevaba las manos al cuello y hasta la nuca, y después y de un sólo golpe se levantaba el pelo hacia delante. Era como para sentarse a verlo y si podía ser con un cigarrillo encendido y eso era lo que me pasaba en mis lapsus, que me sentaba mentalmente a mirar el espectáculo.
Y lo más curioso de todo, es que ella estaba encantada conmigo, decía yo que follaba como un ángel. Si follar era simplemente poner el palo, pues la verdad es que no lo hacía tan mal, lo ponía y aguantaba bastante sin correrme y ella a bailar alrededor de él. Y si aguantaba bastante, no era porque pensara en como se hacía una tortilla, con ella no hacía falta, pues con sus espasmos, gesticulaciones y gritos, yo me enfriaba un rato, mientras la contemplaba y así mantenía el equilibrio perfecto, me enfriaba un rato y después me volvía a concentrar en el asunto, El ying- yang del polvo, el punto justo del equilibrio.
En conclusión, lo que le pasaba a mi amiga era que le encantaba follar como una loca y yo sólo era el psiquiatra que a veces me la follaba. Son terapias naturales y sin necesidad de ningún tipo de medicación. Así a lo bravo.