HOMBRE LOBO

¡Empieza la hora peligrosa!. Son cerca de las 12 de la noche y a las 12 en punto y cuando suenan las 12 campanadas, empiezo a entrar en trance. Y entonces empieza lo bueno o lo malo, según se vea y lo primero que me pasa es que mis ojos se quedan en blanco, y entonces la pupila apunta a la retina y el humor acuoso sale por mis ojos junto con mis lágrimas. Después mi cuerpo se empieza a elevar de la silla o de donde esté en ese momento o sea que me pongo a levitar y no sé el porqué de mi boca, aparte de abundante saliva, salen vocablos obscenos y palabras antiguas y de otros tiempos.

Y claro, entre esos vocablos tiene que salir el nombre de Satanás y una ristra de tacos que por educación (porque yo soy muy educado), ni siquiera menciono. Me salen garras de los dedos, me crece el pelo corporal y el del cuero cabelludo, la voz se va transformando en ladridos y aullidos, la nariz se me achata y se ensancha, me salen pústulas, abcesos y granos infectados por todo mi esbelto cuerpo y alguno en el culo y entonces salgo a la luz de la luna y ahí ya me devoran los instintos.

Aúllo y corro, aúllo y ladro, y sigo las pistas humanas con mi portentoso olfato. Y hasta ahí me acuerdo, del resto de la noche, no, aunque me lo supongo, porque al despertarme a la mañana siguiente, amanezco ya con el cuerpo humano, pero lleno de sangre reseca y trozos de carne y algún trozo que otro de osamenta. En noches como éstas, he probado con atarme con mil cadenas de hierro fundido, pero ¿que son para mi unas cadenitas de mierda?. Por lo que al final he decidido asumir que soy un HOMBRE LOBO y de los malos o de los de peor calaña.