JIPIS

Son las 4 de la tarde y de momento todo va bene. El barril de petróleo no ha subido, aquí ha nevado en el pico más alto que tenemos, ¡300 metros! y no sé si exagero. Pero que le vamos hacer, si somos como un moco que flota en el agua del mar mediterráneo y ya quisiera yo una montaña de 1.000 metros, para desde allí otear el horizonte y divisar el paso de los barcos. 300 metros y arriba de todo, un puto Monasterio, como siempre los curitas se lo montan de escándalo y se quedan con las mejores vistas.

Por eso, por tener "esas altas montañas que nos protegen", en ésta Isla cuando sopla el viento de Norte no hay sitio donde refugiarse, sopla por todas la esquinas y lugares. Pero bueno, más vale estar bien ventilados que estar en medio de una colonia de jipis con sus perfumes de sudores y sándalos. Los jipis no siempre fueron guarros, qué va, fueron guarrísimos y esos perfumes tan fuertes que usan, son para cubrir los malos olores de la cochiquera.

Aquí, en ésta  Isla aterrizaron en sus tiempos una buena manada de jipis, tipo pequeña invasión de Pies Negros y buscaron por las playas refugios naturales, cuevas, cuevas y más cuevas o sea que durante unos años ibas a las playas y volvías con un buen surtidito de piojos, que son los animalitos preferidos de los jipis y de vez en cuando te tocaba la lotería y los hongos de sus pies negros se te quedaban pegados como manchas de alquitrán y de los pies a la cabeza. Al final llegabas a casa y delante del espejo  te dabas cuenta que eras un puto Hongo lleno de Piojos. Y ahora hago el epitafio que siempre se debe hacer: ¡y eso que no tengo nada contra los jipis! y quedas como Dios.

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