ALUCINANDO

Joder, joder, joder, como en ésta vida te relajes un poco, sólo un poquito, vienen los duendes y te devoran el pito y los huevos se los ponen de postre. Un día de relax es la justa medida, pero no más, pues en ésta sociedad de mierda todo está diseñada con patrones agresivos. Relax, bendito relax y que tanto nos hace falta. A mi me encantaría poder ir a relajarme a un convento budista y no porque crea en buda, sino por donde geográficamente los sitúan. Me acuerdo de aquél convento budista de las Alpujarras, de aquél maravilloso sitio, estaba en lo más alta de una hermosa montaña y con unas vistas divinas y desde ellas claro que podías ver a Dios o a Buda y a quién te dijeran.

El sitio tenía cabañas de madera con estilo sencillo, pero eso sí, no se le escapaba detalle. O sea, tele no había, tampoco había Internet y el día transcurría a base de rezos (que supongo que eran voluntarios) y de meditaciones y porque sino meditabas, seguro que te aburrías. A meditar se ha dicho y ya sé que la meditación debe ser voluntaria, pero se presupone que si tú ibas hasta allí, era porque te atraían las meditaciones y el espléndido paisaje. Bueno, yo fuí por puta curiosidad, por saber que se cocía por esos lares y como se lo montaban los Budistas.

Pues nada, que yo sólo estuve durante un rato, pero fue el tiempo suficiente para que se me quedara grabado a fuego lento en mi retina. Jamás me olvidaré de ese sitio y creo que siempre que esté asfixiado por la puta realidad en la que vivo, acudiré a él. Ya sabéis.., acudiré como las águilas, volando y planeando y el viento suavemente me depositará en su cima. Es lo bueno de vivir alucinado, si quieres volar, vuelas, si quieres ascender el Everest, resulta que ya has estado, si quieres meditar, meditas en tu casa y como si estuvieras en las Alpujarras. Y mientras no esté prohibido alucinar a pelo, yo seguiré alucinando.

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JULIO CORTÁZAR