LA TELE Y YO

Hacía mucho tiempo que no escribía por la noche, quizá hayan pasado meses y meses y bueno, tan de noche no es, pues sencillamente son las 11 de la noche. Pero normalmente a las 9 de la noche abandonaba mi nave e iba buscando la litera más cómoda. Son las cosas que pasan cuando vives dentro de una nave espacial, que el espacio es más bien pequeñito y te tienes que acomodar como buenamente puedes. Pues hoy he decidido quedarme un ratito más y con el motivo y la razón y lo digo con toda la sinceridad, es que ponían mierdas pasteleras en la tele. Es mi hora tonta, la hora en que me da igual lo que pongan por la tele, a no ser que pongan basura.

La tele y yo hemos pasado de todo, tuvimos épocas amorosas y por tanto, de llevarme la tele a la cama, pero se hizo cansina y las pelis se agotaron y los documentales también y entonces, todo se convirtió en repeticiones. Desde esa y lo juro por mis muertos, la tele duerme en la habitación de al lado o sea en la sala de estar, que es donde y valga la redundancia, que es donde debe estar. Hubo una ruptura, hubo un divorcio sin preacuerdo y con separación de bienes, la tele se quedó en la sala y yo me quedé con mi habitación y desde esa, duermo mucho mejor.

Hubo años en mi vida, en que yo era la tele, es decir de tanto verla, me tenía que mal dormir con ella. Ahora no, ahora siempre duerme en su sitio y hay días en que ni siquiera es encendida, ahora, le tengo marcado y acotado el terreno y además, soy yo el que la manejo y no al revés. La tele está ahí y adorna muy bien mi salita y si necesito compañís de voces, pues las voces acompañan muchísimo, le doy al ON y antes de que se cierre el telón de mis ojos, le doy al OFF.

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