Oye, ¡que nadie te regala las cosas!. Qué las cosas cuestan su trabajo y mucho sudor y demasiadas lágrimas. Qué no venga nadie con su varita mágica comprada en la Feria y te diga: no te preocupes, esto lo hago yo y todo solucionado. Ese señor si hace algo por tí y por tu causa, es porque él es el primer interesado en que así sea, es decir, porque a él le interesa que se resuelva ese asunto y porque seguramente le traerá beneficios a su bolsillo. La verdad, es que salvo dos o tres jamados que pululan por la sociedad, todo está enviciado. Como decía el otro: la corrupción cabalga sobre nuestras cabezas y además, su aparato de Estado lo tienen bastante bien montado, pues casi nada se escapa a su control.
Incluso pasa, que el que intenta salirse por la tangente de ésta sociedad, al final, le dan una bofetada o una buena somanta de hostias y si el tío sigue empeñada en su causa, cambian de táctica y le dan una suave caricia o sea, hacen creer al tío problema que ellos le están escuchando, que no pasa nada que antes ya no hubiera pasado, que todo y absolutamente todo, cabe dentro de una democracia y entonces amigo mío, hagamos un Pacto social y que tranquilice un poco a la manada. Después y por los bandos se liman las aristas más radicales y por arte de magia, por fin se llega al Pacto.
Y el Pacto es como todos los Pactos, es una bajada de pantalones del tío que estaba reivindicativo. Y antes de firmar, se cambian las palabras y los significados y entonces la explotación humana, pasa a ser una consecuencia del progreso y el paro, una situación intermedia que ahora significa, descanso transitorio y además, que ese descanso es tan necesario para el hombre, que se hace imprescindible. Y lo mismo pasa con el hambre en el mundo y con la explotación sexual de las mujeres y los niños. Bueno, pues con ese lavado de cara y la concesión de cuatro cosas sencillitas y por supuesto, con un buen sillón para el tío, por fin se entabla el diálogo social y en esto, llegan CCOO y UGT y lo firman como si se les fuera la vida en ello y porque para están los Sindicatos Ladillas, para firmar lo que va en contra de los trabajadores y a cambio, de otro silloncito.
Incluso pasa, que el que intenta salirse por la tangente de ésta sociedad, al final, le dan una bofetada o una buena somanta de hostias y si el tío sigue empeñada en su causa, cambian de táctica y le dan una suave caricia o sea, hacen creer al tío problema que ellos le están escuchando, que no pasa nada que antes ya no hubiera pasado, que todo y absolutamente todo, cabe dentro de una democracia y entonces amigo mío, hagamos un Pacto social y que tranquilice un poco a la manada. Después y por los bandos se liman las aristas más radicales y por arte de magia, por fin se llega al Pacto.
Y el Pacto es como todos los Pactos, es una bajada de pantalones del tío que estaba reivindicativo. Y antes de firmar, se cambian las palabras y los significados y entonces la explotación humana, pasa a ser una consecuencia del progreso y el paro, una situación intermedia que ahora significa, descanso transitorio y además, que ese descanso es tan necesario para el hombre, que se hace imprescindible. Y lo mismo pasa con el hambre en el mundo y con la explotación sexual de las mujeres y los niños. Bueno, pues con ese lavado de cara y la concesión de cuatro cosas sencillitas y por supuesto, con un buen sillón para el tío, por fin se entabla el diálogo social y en esto, llegan CCOO y UGT y lo firman como si se les fuera la vida en ello y porque para están los Sindicatos Ladillas, para firmar lo que va en contra de los trabajadores y a cambio, de otro silloncito.
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