Me acabo de sentar en mi recién estrenado estudio y alucino con los pequeños ruidos de la calle. Porque como vivo en un pueblo pequeño los ruidos de la calle también son pequeños y dóciles y escucho el ritmo de pasos, voces y motores de coches, pero todo en suave melodía y todo dentro de su normalidad. Son las ventajas que tienen el vivir en un pueblo pequeño y coqueto, pero ya dije muchas veces, que también tiene sus desventajas. Quién quiera paz y tranquilidad yo le recomiendo venir a vivir a éste pueblo perdido y el que quiera marcha bananera, pues se tendrá que joder. La quietud del vacío o la serenidad del mar en calma, solo rotas por voces desconocidas y pasos de extraños. Es como si tuviera el estudio en la puta calle, pero no señor, hay una gran pared por el medio, hay un fuerte muro de piedra de marés (la piedra de aquí).
Porque cada sitio tiene su propia piedra y en Galicia existe el sólido Granito, en Cádiz es la porosa piedra Ostionera y en Menorca, es la salitrosa piedra de Marés. Y como anédocta voy a contar una cosa: mi casa tiene un amplio sótano de 60 metros cuadrados y de ahí, ha sido toda la piedra de la casa, sí, del sótano. Piedra de Marés, piedra húmeda de las profundas raíces de la Isla y es que si escarbas un poco más de lo que indican los cánones, de repente te encuentras con los fondos marinos. Y la Isla es todo roca, solo que poco a poco se fueron depositando y sedimentando capas muy finas de arena y tierra y por eso, cuando por ejemplo plantas patatas, primero tendrás que pelearte con miles de pedruscos afilados.
Por eso el menorquín es así de rocoso, pero es duro como la piedra de marés o sea duro de apariencia y blandito y cariñoso por dentro. Lógicamente el Menorquín tiene que ser cerrado, pues el vivir en una Isla tiene su precio en aislamiento. Y es amable pero hasta cierto punto y es correcto, quizá demasiado correcto y a veces le pides que le hierva un poco más la sangre. Es desconfiado, pues al ser una pequeña Isla, ésta se convierte en un contínuo trasiego de gente, es decir, el forastero suele venir aquí, para que posteriormente pueda saltar a otro destino con más abolengo. En general es buena gente respetuosa y son difíciles, son difíciles de conocer y de entender, pues viven en círculos cerrados, pues solo la familia y sus amigos íntimos cierran ese círculo.
Porque cada sitio tiene su propia piedra y en Galicia existe el sólido Granito, en Cádiz es la porosa piedra Ostionera y en Menorca, es la salitrosa piedra de Marés. Y como anédocta voy a contar una cosa: mi casa tiene un amplio sótano de 60 metros cuadrados y de ahí, ha sido toda la piedra de la casa, sí, del sótano. Piedra de Marés, piedra húmeda de las profundas raíces de la Isla y es que si escarbas un poco más de lo que indican los cánones, de repente te encuentras con los fondos marinos. Y la Isla es todo roca, solo que poco a poco se fueron depositando y sedimentando capas muy finas de arena y tierra y por eso, cuando por ejemplo plantas patatas, primero tendrás que pelearte con miles de pedruscos afilados.
Por eso el menorquín es así de rocoso, pero es duro como la piedra de marés o sea duro de apariencia y blandito y cariñoso por dentro. Lógicamente el Menorquín tiene que ser cerrado, pues el vivir en una Isla tiene su precio en aislamiento. Y es amable pero hasta cierto punto y es correcto, quizá demasiado correcto y a veces le pides que le hierva un poco más la sangre. Es desconfiado, pues al ser una pequeña Isla, ésta se convierte en un contínuo trasiego de gente, es decir, el forastero suele venir aquí, para que posteriormente pueda saltar a otro destino con más abolengo. En general es buena gente respetuosa y son difíciles, son difíciles de conocer y de entender, pues viven en círculos cerrados, pues solo la familia y sus amigos íntimos cierran ese círculo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario