Eran tiempos de la sin razón, en que lo importante eran los objetivos y
para nada importaban los medios. Pues en ésta plaza, en su Catedral,
para ser más concreto, tambien hicimos varios encierros. Sólo que aquí
nadie planteó, por suerte, ninguna quema de puertas. Estos encierros en
la Catedral son dignos de mención, pues éste si que era un encierro con
arte. Eso si, sin mucha devoción. Estos encierros los
aproveché para conocer la Catedral por dentro. Ya que por fuera ya Éramos amigos de toda la vida y sobre todo su tejado, ese tejado lleno de balaustradas, escaleras y
figuras de piedra.
A su tejado, subíamos por la parte trasera, en la parte más baja, la
que daba a la plaza de la Quintana. Esto sólo se podía hacer de noche,
pues era cuando la vigilancia se relajaba. El paseo nocturno por los tejados de la
Catedral, es un paseo que nunca se me va a
olvidar. Primero andábamos por sus callejuelas rodeadas de barandillas,
cruces y figuras, y ya desde la cima dominábamos el mundo. Y allí,
desde ese punto, ese punto de tener al mundo bajo tús pies, nos
fumábamos el primer
canuto. Las palabras, las risas, resonaban como si estuvieramos dentro
de una caja hecha con piedra. La luz de la luna, la
lluvia fina, la neblina y el canuto, todo ayudaba al viaje al fin del
mundo. Seguíamos
el paseo sintiendo el poder en las venas e intentábamos interpretar esas figuras y caras talladas en piedra. Descubrir los secretos que tenía escondida, tocábamos,
saltábamos, corríamos y disfrutámos, hasta que el amanecer se anunciaba.
Era hora de desandar lo andado y caer
de nuevo,en la plaza de la Quintana.
Esta plaza de la Quintana, tiene unas escalinatas, no unas cuantas,
sino bastantes. Que servían logicamente, para subir y bajar,
pero su principal función era la de hacer de Solarium. Sus asientos
eran tumbonas de Balneario, que servían para retozar al sol. Al mínimo
rayo de sol, rápidamente se llenaba de adictos y esa plaza se
transformaba en un hervidero de conversaciones
cruzadas, de sentimientos encontrados, de ilusiones perdidas, de deseos
incontrolados. Todo esas voces entrelazadas,
se tornaban en una sóla voz, que rebotaba en la piedra de la plaza.
Esta plaza, aparte de servir para
retozar y de servidumbre de paso. Servía y sirve para muchas cosas.
Por ejemplo, para hacer Asambleas Abiertas. Abiertas eran, pues todo
dios podía acudir, otra cosa diferente, era poder hablar. Pues era lo de
siempre, hablar hablábamos los mismos, con el mismo rollo y las mismas
letanías. Yo,
llegando
a éste punto de la película. En la que la repetición era su
protagonista. Ya echaba humo por las orejas, me levantaba y gritaba con voz apasionada,
que teníamos que irnos de manifestación por las
calles
de Santiago.
Aquí, en las
manifestaciones, yo ya no era yo, era un bulto con ojos salidos. El sudor ya no era sudor,era epinefrina pura.
Me movía, organizaba, gritaba cuatro consignas y no sé como lo hacía
pero siempre acababa en
la cabeza de la manifestación. Despues, venía la disolución
de la manifestación. La policía se encegaba y daba de hostias a todo
dios. Nos dispersaban y nos juntábamos de nuevo. En cada
esquina se hacía un nuevo grupo, sólo que de
cada vez más reducido. Y llegado a un punto, en el que ya sólo
saltábamos dos o tres, nos mirábamos a la cara y entonces entendíamos,
por fin, que aquello ya se acababa. Y aún con el cuerpo cortado, por
tenerse que
ir, alzábamos la voz con un sólo grito común: !asesinos!.
Los paisanos de Santiago, estaban acojonados. Por un lado, la poli dando
hostias brutales y por otro lado, los estudiantes piraos
destrozando el mobiliario urbano. Cogían sillas y mesas de las terrazas
y las usaban de parapeto policial. Cuando no iban y cogían un coche en
bolandas, entre ocho o diez y lo plantaban en medio de una calle. Difícil dilema el del paisano de a pie, la policía era seguridad y
decencia y los estudiantes aunque estaban piraos, eran los que le daban
de comer. Así que en ese momento del dilema tomaban la solución más
pragmática,
la cual se resumía en esperar a que llegara primeros de mes. Para que
su bolsillo de nuevo engordara con el alquiler del mes.
De
vuelta a la plaza. A esta plaza, sólo la recuerdo llena hasta los
topes, una vez al año, el 25 de Julio,dia del Apostol Santiago y
tambien Día da Patria Galega. Como se ve se cumple el axioma,se juntan
la religión con lo profano en el mismo día.!Así es la vida!.
Ahí, en ese día, se reunía todo el ganado gallego. Con su pedigrí de
pura cepa, de auténtica ternera gallega y como no, primero siempre
desfilábamos por las calles de Santiago en manifestación, con su punto
final, en la Plaza de la Quintana.
Como todo tema patriotil,
aquello estaba lleno de banderas y de consignas que ensalzaban las
virtudes de nuestro querido pueblo. Los defectos los dejaban para
funerales, entierros
y velatorios.
A continuación, se daba rienda suelta a los
mítines. En los que siempre hablaban los mismos, (igual que en las
Asambleas). Como todos ya sabíamos de que iba, sólo esperábamos
el momento de entonar nuestro "Himno Galego", todos a coro, en una sóla
voz.
Cuando sus últimas notas aún resonaban, nos dirigíamos
hacia los vinos y aperitivos. Como aquí en
Santiago, hay más bares que piedras, pues no había problema y se
empezaba por el más cercano y despues sólo había que dejarse llevar por
la bajamar.
Despues de darse todos un
buen baño de vino. Sonaba la corneta llamando a retirada y todos como
corderos nos dirigíamos a una Carballeira,(el roble simbolo de nuestra
amada tierra) y bajo su sombra nos cobijábamos de la lluvia y a veces
del sol.
Allí, nos deleitaban con más vino, empanadas variadas, pulpo y demás viandas da nosa terriña galega.
Llegada ésta hora, ya uno buscaba donde podía tumbarse, para echarse
una buena y merecida siesta. El problema estaba,en donde apoyar la
cabeza, si en un árbol o un regazo amigo y mejor si era de mujer. Pues
estaría bueno que despues de luchar, reivindicar, comer y beber, va uno y
liga, pues que iba a ser, un día
completo.
Con los efluvios del alcohol encima, junto a la
conquista del día. Tú te hinflabas, como lo hace el pavo real y cantabas
a pleno pulmón las notas del "Oliñas veñen
e van", y al ponerse uno de pie, parecía que ésta Carballeira estaba
encima de un trasatlántico en medio del Océano Atlántico.
Bajando de la plaza de la Quintana, por unos
escalones de piedra,llegamos a la plaza de las Platerías. Una plaza
pequeña, pero muy bella, con duende. Que se rodea casas con blasón y a
su vera, está la omnipresenta Catedral de Santiago de Compostela.
En el medio tiene una fuente, de la que emergen cuatro o seis cabezas
de caballo y de su boca sale un chorro de agua. Aquí recuerdo sentarme
en sus escaleras y tambien algunas actuaciones musicales. Con esa
sonoridad más recojida, más
íntima, más envolvente, en la que se mezclan las notas musicales con el
sonido de los chorros del agua.
Al lado de ésta placita
de plata, está la calle de los vinos, la calle de
"El franco". En la que cada portal es un bar. En ésta misma calle, no
recuerdo la fecha, se hacía el "Paris-Dakar". La diferencia era que no
se hacía con coches, si no con los vinos. Daba la casualidad, que al
principio de ésta
calle, había un bar que se llamaba Paris y al final de la misma, había
otro que se llamaba Dakar. Esta era una carrera de vinos y había que
entrar en todos los bares, e ir tomando un vino tras otro,uno en cada
bar. Participaban bastantes,
pero llegaban muy pocos.
En ésta calle llena de bares,
había uno que me encantaba, "El Gato Negro". Era una tasca auténtica,
con una barra pequeña y al fondo unas cuantas mesas.
Me acuerdo, que el día que iba a por el giro postal, el que me traía la
pasta, lo primero que hacía era acudir a éste bar a pedirme una
nécora,sólo una,pues la pasta no daba para más. La saboreaba, la olía
y por supuesto me la comía. Las manos no me las lavaba, así me llevaba
su perfume a mar.
Esta calle alberga en sus fauces otra
placita muy coqueta, no me acuerdo de su nombre, pero si tengo su
fotografía en mi memoria. Me acuerdo de cada rincón, de su fuente, de
su luz, de su vida. Enfrente de ella está un edificio precioso, "El
Palacio de Fonseca", que en su día fue un palacio y ahora una Facultad.
En mis tiempos la
Facultad de Económicas. Este edificio, es una injuria a la vista, una
explosión de oxígeno líquido. Sólo traspasar su entrada, es entrar en el
limbo. A los lados, tiene unos pasillos desde los cuales se acede a
otras aulas
y por el otro lado, se divisa un patio precioso. Te quedas absorto y de
piedra, para no desentonar con la piedra que te rodea.
Seguimos la calle y ésta, nos vomita al final a una Alameda. Que es como
todas las Alamedas, llena de árboles y plantas, sólo que ésta tiene un
encanto especial. Para llegar a su punto más álgido, aún hay que andar
un buen tramo. Pero merece la pena, pues es un punto mágico, se ve
la ciudad con su catedral, con sus iglesias de postal, con su
exuberancia de piedra.
Despues de esto, es mejor dejarlo
todo e irse a comer, para así digerir tanta belleza. Al final de la
comida, recomiendo
una copa fría de un buen orujo casero. Será una explosión por dentro,
un calor, un sudor, pero siempre te reconforta. A continuación es
aconsejable un buen paseo, para hacer la digestión, y es buen momento
para volver sobre
nuestros pasos y volver a recorrer las anteriores calles,ya que dada la
hora,las calles están semivacías y se puede observar con cautela, cada
rincón que nos enseñan las piedras.
Los dias de lluvia, recorrer las rúas con sus soportales, al abrigo de
la lluvia, ver como ésta cae en finas cortinas y como crea reflejos en
la piedra del suelo. Si a uno le empieza a entrar el frio, hay una
solución, en la "Rúa
Nova", hay un bar pequeño, donde caben 2 o 3, que se llena de
estudiantes. Y en el que sirven un mejunje, que se llama "tumbadios". Ya
os figurais el brebaje, aguardiente mezclado con licor café, !!que
mejor combinación!!. Lo tomas y ya
entras en calor, por la boca te salen llamas como las del dragón. Ahora
sí, !que importa el frio!, la lluvia, el hielo o la nieve, despues de
este subidón...
En Santiago, igual que se hace
la ruta de los vinos,tambien se podía hacer la ruta de las Plazas o de
las Iglesias. Pues tanto unas como otras abundan en ésta ciudad. La
Iglesia de San Martin Pinario, con sus columnas inclinadas, es visita
obligada y de paso se conoce
su barrio de alrededor y si es por la mañana mejor. Pues queda de paso
la plaza de Abastos, toda ella tallada en piedra, con su bullicio, con
sus quesos de tetilla expuestos sobre hojas de verdura, con sus carnes
de cerdo o de ternera, con sus lacones
o chorizos, con todo tipo de empanadas. Uno no tiene ojos para todo,
sus olores, su karma, su alegoría al buen gusto del paladar. Uno no
puede con todo, son muchas cosas a la vez y optas por quererlo todo.
Pero el sentido común, el más
común de todos los sentidos, te frena en seco y recapacitas. Esto va a
dar un tufo insoportable en el avión, esto se espachurra..., y al final,
de atolondrado que te quedas, sólo ves lo que tienes delante, a un
palmo, no más. Y
eso es lo que al final te vas a llevar. Al final, son siempre tres
cosas, queso, lacón y grelos y asi te vas tan contento, feliz de la
vida con tú compra.
Cuando por fin pasas el mercado.
Te asomas al barrio que en su seno acoje a la iglesia de San Martin
Pinario. Este es un barrio tambien hecho de piedra, quizá un poco menos
afinado, pues la piedra sigue siendo de granito, pero quizá no tan fina
como en el centro, pues éste
barrio en sus tiempos, fue un suburbio de la ciudad.
A
la izquierda del mercado, a unos trescientos metros, hay una plaza, en
que su único encanto, es que desde ella se acede al Museo do Pobo
Galego,que
yo no conozco personalmente, pero dado el nombre que tiene debe ser
interesante y bonito. A su lado queda un gran edificio, que es un
seminario con cuatro gatos que quedan como seminaristas.
Subiendo la cuesta
que hay en ésta plaza, llegamos a otra placita muy mona. Lo sé porqué
viví cerca de ella. Y ésta plaza, era mi fuente de pensamientos y el
porqué de mi existencia, sobre todo cuando me encontraba con varios
suspensos
presentes. De aquí parten tres calles, dos estrechas y alargadas, que
albergan algún pub y poco más. Estas dos calles dan a una plaza, la
Plaza de Cervantes, flanqueada por casas y por una iglesia, faltaría
más. Esta plaza,
tenía diversas esquinas. En una de ellas estaba el ciego con sus
cupones. En otra los estudiantes sentados. En la tercera, estaban las
amas de casa, por su paso obligado hacia el mercado. Y en la esquina más
remota, se agazapaban los yonquis
esperando a su camello. Siempre nerviosos e impacientes, hablando de su
monotema, de su última dosis. Si el caballo de hoy es mejor que el de
ayer, si me prestas una cucharilla, si tienes limón, si me faltan cien
pesetas para comprar una papelina
y al final todo acababa en gritos y peleas y sólo se tranquilizaban al
ver llegar al camello. Entonces ya todo eran prisas, pisotones y
mentiras. Que si llevo dos horas, que no me he puesto nada desde hace
dos dias, que yo estoy de mono. etc...Una vez
servidos, se evaporaban como el agua y ya sólo necesitaban dar de comer
a su vena. Y para ello buscaban el rincón más escondido....
Santiago, no sólo tiene piedra de granito, iglesias,
cementerios, plazas y monumentos. Tambien tiene, como todas las
ciudades, una parte nueva. Una preciosa parte nueva. Creo que los
arquitectos eran todos de la once e hicieron una selección previa, a ver
quien era el más ciego y a ese fue el que
cogieron para llevar adelante ésta gran y ardua empresa. Esta parte de
Santiago, es un hervidero de edificios, de todas las formas y tamaños,
un pupurri, un diseño de ensueño.
Este
análisis o repaso de la parte nueva de Santiago, había que extenderlo a
todas las partes nuevas del resto de las ciudades, es verdad, pero
resulta que ésta parte nueva, de Santiago,hace mucho más daño,pues al
lado de una
ciudad vieja,que perdura en los siglos de la historia,a su lado tienen
la osadía de construir un vertedero,una chapuza,un monumento al
cemento,esto es lo que me enerva y me desquicia,por lo menos un
detalle,digo yo,si la construyeran a varios kilómetros
de ésta bella ciudad vieja,aún tenía un pase,pero justo al lado,yo
sinceramente pediría la pena de muerte al señor que tuvo la idea.
Bueno,vamos a lo que vamos y centrémonos,!cálmate
chiquillo!,como diría mi cuñada.Asi que en éste hervidero,vivíamos la
mayor parte de los estudiantes,en pisos compartidos y en el medio,no sé
si por sorteo o porque no les quedaba otro remedio,algún paisano
atontado,que
con el tiempo pasaban a ser zombies,no comían,no dormían y siempre
entraban en una depresión tan honda, como la de la Fosa Atlántica,sino
más.
En ésta selva de hormigón
y de cemento,transcurría el devenir de nuestras vidas,la levantada era
tardía,malcomíamos y cuando llegaba la noche,con luna o sin ella,nos
transformábamos en los amos de la noche.Allí no dormía ni dios,de noche
todo
era un ruido infame,en la calle,en las casas,en las camas y en los
wateres.Estas noches infernales,se prolongaban por lo menos hasta las
tres de la mañana,otras veces nos daba de cara, el sol de la mañana.
Estos pisos de estudiantes,al ser compartidos,los paisanos se
aprovechaban de ello y el alquiler era a precio de piso de lujo,y no
sólo esto,tambien el mobiliario del piso era de sexta mano,comprado en
un Reto o cualquier chiringuito que se precie de
vender muebles enclenques y feos.
Así que con éstos
antecedentes,de vez en cuando nos mosqueábamos y organizábamos una
revuelta, exigiendo,por lo menos,una rebaja del precio de los
pisos.Aquello se convertía en una caldera,todo eran gritos y
bullicio,cruzábamos coches en la calzada,quemábamos todo en cientos de
hogueras,y de cuando en vez una "cacerolada",que consistía en salir a la
ventana o al balcón,coger
un cazo cualquiera del piso y con el primer utensilio,aporrearlo con
fuerza,con todas tús fuerzas,hasta que se rompía el cazo o el
utensilio.Como se ve aunque fuéramos estudiantes,quedaba demostrada la
teoría de que procedíamos
de los primates.Cuando entrábamos en éste brote colectivo,las horas de
sueño eran pocas y mañaneras,el silencio de la noche pasó a ser el
silencio mañanero.Al cabo de una semana de tan ardua lucha,las ojeras ya
marcaban
nuestra cara.
La noche,era febril,de actividad
constante,ibas a una casa,despues a otra y en cada visita te asomabas a
la ventana,con tú cazo en ristre y con un utensilio cualquiera en la
otra mano.Entre
casa y casa,abajo en la calle,hablabas con amigos y
desconocidos,alrededor de la hoguera o mientras ayudabas a rompre los
muebles de sexta mano,todo iba a la hoguera,para que despues digan que
de aquellas no se reciclaba.
Sobre las tres de la mañana,cuando se apagaban ya las hogueras por
falta de más material inflamable,tocaba la trompeta la retirada,pero
antes de dirigir nuestros cuerpos a la cama,era de rigor hacer presencia
en el último acto,en la gran
hoguera,que siempre se hacía en nuestra "Plaza Roja" (su verdadero
nombre de pila,no me acuerdo muy bien,pero creo que era la "Plaza de
José Antonio"),allí ya era la muerte,se quemaba todo igual,sólo que con
más ganas y en
cantidades industriales,los muebles de los pisos,el mobiliario
urbano,los materiales de obras,en fin,todo lo que ardiera.Esta si que
era la despedida,los fuegos artificiales de la fiesta,y ya cuando las
llamas se doblegaban,partíamos hacia el camino
de vuelta,cada uno a su cama o si habías tenido suerte en ésta noche
tan larga,a la cama de una que hubiera caído en tú telaraña.
Cabe una reflexión seria de todo esto,
¿Que fue de los paisanos que vivían rodeados de tanto indio?, pues muy
sencillo,como dije al principio,de dormir tan poco, por la mañana se
dedicaban a ponerse a la cola para pedir la cita al Psiquiatra de su
Ambulatorio...
En definitiva, de Santiago me quedo con todo o casi todo. Ya sabéis mi
opinión acerca de la parte nueva de Santiago. Del resto me quedo con
todo, para lo bueno y para lo malo. Me quedo con sus piedras, con sus
calles estrechas, con su mercado,
con sus plazas e iglesias y hasta con sus vinos (por cierto antes se me
olvidó comentaros, que antes de deglutir el primer vino, conviene
zamparse un almax o un omeprazol, !el que avisa no es traidor!) y
puestos a decir tambien con sus bocadillos.
Hablando de bocadillos, os recomiendo un sitio singular y
pintoresco. Es un bar de bocatas, que está situado al final de la calle
de los vinos (la calle de El Franco, para los profanos). Al pasar cerca
de
éste bar, el olor de su plancha te impregna y el humo tambien, pero
como muertos de hambre que éramos, ese olor nos fundía las entendederas y
como zombies enfilámos hacia su puerta. Se bajaban dos escalones y
entrabas en la guarida
y entre la bruma de humo, medio distinguías a un tío que lucía un
mandil de cocinero, que le cubría parte del pecho y debajo llevaba una
camisa que en sus tiempos debió ser blanca. Con unas medallas colgadas
desde la época
de la guerra civil y con unos ribetes muy marcados por los surcos de su
sudor sobaquil. Así que, con sigilo, te acercabas a pedir el bocata y
ya en esta visión cercana ya era el no va más. El tio guardaba sus manos
en sus sobacos sudados
y con esas mismas manos cogía con templanza, de uno en uno, los
bocadillos. Creo que sinceramante, éstos bocatas nos gustaban tanto, por
ese aderezo tan especial y ese sabor que le daba el sudor. Eso, y más
la plancha, llena de capas de
grasa superpuestas, hacía un conjunto, una aleacción, que no nos
quedaba otra que devorar aquellos bocatas con fruición.
De Santiago, he hecho un repaso por fuera. Me gustaría tambien
hacerlo por dentro. De como vivían los paisanos, ya hice un somero
repaso, pero como vivían los estudiantes por dentro, en sus nichos, digo
en sus pisos. A esto es a lo que voy.
Cada año,
variábamos de prisión. Quizá porque nos cansáramos de la anterior
vivienda o lo más problable, que fuera una falta de entendimiento entre
el dueño del piso y los inquilinos. Parecía que siempre había
un descuadre de números. No coincidía nunca nuestras cuentas con las
del patrón,por lo que lo adeudado,se quedaba en eso, en deuda, pero eso
sí, ya nunca nos volvería a alquilar ningún piso más.
Al llegar al piso, se echaba un vistazo general. Se contaban las
habitaciones, y en el baño y la cocina ya ni siquiera se entraba, pues
fue el mismo diseñador el que hizo todos los baños y cocinas de ésta
parte nueva de Santiago,
¿para que verlos?, si todas eran fotocopias del mismo plano original.
Así que, ya concertábamos una reunión para esa misma tarde, para tratar
todo lo referente al piso. En resumen se hablaría de los pagos y de los
asuntos
que concernían a nuestra convivencia.
En la reunión de
los inquilinos del piso, lo primero que se trataba, era del reparto de
las habitaciones. Pues la variedad era variopinta, no era igual una
habitación interior y sin ventanas, que una en la que calentara el sol.
Tampoco era igual el tamaño, pues había habitaciones con cama y armario
a otras en que ni la cama entraba. Asi que, se procedía a su reparto,
esto se hacía
de la forma más democrática posible. No solía haber ningún problema en
éste sorteo, si los dos que buscaron el susodicho piso les tocaba las
mejores habitaciones de la mansión. Pero, si lo había, si a éstos
no les tocaba. Entonces empezaban las discusiones, si yo estuve un mes
buscando, si yo visité nosecuantos pisos..., entonces el sorteo ya no
valía. Al final, escogían primero los dos buscadores de piso y los demás
si entraban en
el sorteo. Yo, por si acaso, era de los que siempre me ponía a buscar
piso, por razones obvias.
El segundo punto del orden del
día, solía ser el de las tareas comunes. Esas respetables
reglas que te ayudaban a tener una convivencia mejor. Se empezaba, por
la limpieza del baño, y así tocaba una vez por semana hacer la limpieza
de los restos de tú mierda y la de los demás.
Seguía el turno de los demás espacios comunes: la sala de estar si la
había claro y la cocina. La sala de estar, se llegaba rápido a un
acuerdo. Con barrer de vez en cuando iba que chutaba. La cocina, ésto ya
era otro cantar.
Había que hacer los turnos rotatorios, de los que cocinaban y los que
limpiaban. Nadie se podía librar de hacer una sabrosa comida, que
incluso podía llegar a matar a un elefante africano (Ay!!, mi querido
Juanca, si tú hubieras
sabido que con una comida de estudiantes de Santiago, te hubieras
cargado a un elefante africano de una sóla vez y sin un sólo tiro.
Cuanto te hubieras ahorrado de munición, fusiles y disgustos).
Al final, se hablaba de poner la pasta para el fondo común. En que lo
más común en él, es que nunca hubiera fondo ninguno, por lo menos a
partir de la primera semana del mes.
Los
días pasaban y cada uno con sus quehaceres. Al pricipio la casa iba
mediotirando. Pero en el día a día, se iba fallando en cada vez más
detalles. Hasta que un día petaba la cocina, el eslabón más débil.
Bajar la basura cada día, era más duro y ya se olvidaba, de vez en
cuando, alguna que otra bolsa de basura. Lo malo era, cuando se
acumulaba una serie de días,entonces aquello se convertía en un
vertedero. Pasados los siete días,
la cocina era putrefacción total, los hongos tomaban forma de
monstruos. Los gusanos por el suelo, te decían muy educadas los buenos
días y las cucarachas montaban sus tiendas de campaña. El hedor, ya no
era hedor, era olor a holocausto
judio. Ni con máscaras antigas, uno se atrevía a entrar en la cocina.
Por lo tanto, se procedía a su clausura y cierre. De aquí a final de
curso, ya nadie osaría a poner un pie en la cocina. Asunto resuelto.
Nuetro espacio vital a partir de ahora, era la habitación, el pasillo y
la sala de estar, suficiente para unos sufridores como nosotros. Aún
quedaba espacio por destrozar. Así el siguiente paso, era ir a por el
cuarto de baño. Las
paredes del baño, iban adquiriendo con el paso de los días, ese color
gris, medio amarillento y sus bordes se iban adornando de un marco de
mierda negra, que le daba un toque muy a la moda. El desagüe del baño,
en vista de que siempre
se perdía el tapón, se dejaba que se hiciera un tapón natural, hecho de
pelos acumulados, formando una bola con el jabón.
El
water, !que bonito era el Water!. Alrededor de la taza
,se adornaba de un acúmulo de meadas mal apuntadas,que tomaban forma de
charca. Idóneo para ir a mear descalzo. La taza del water por dentro,
eran chorros de óxido amarilo-marrón, junto con los restos de cagadas,
en forma de pequeñas
avellanas, que se adherían con fuerza herculínea a la taza. Era tal su
adhesión, que cuando uno iba a mear, siempre intentaba apuntar a las
avellanas con la meada. A veces al darle de lleno y si las cogías
desprevenidas, se soltaban
y tú salías tan contento, por cooperar a la limpieza del water. Pero la
mayor parte de las veces, no podías y salías deprimido. A continuación,
se lo comentabas a tús camaradas y les explicabas que avellana era la
que se resistía, el color y su situación, para que ellos a su vez
tambien apuntarán. Este era un espacio común y la limpieza era de todos,
!que mejor que todos cooperaramos a mentener limpio nuestro espacio
común!.
El lavabo, en sus tiempos era blanco. Ahora se teñía de marrón, con
manchas mezcladas de lapos enconados y restos de pasta de dientes. En la
encimera del lavabo, se acumulaban dentríficos acabados, cuchillas de
afeitar oxidadas,
junto con esqueletos de pastillas de jabón, con los cepillos de dientes
y a veces todo esto adornado, a modo de guinda, de la funda de un
tampón.
Tambien recuerdo, en esa convivencia de piso, a diversos personajes de leyenda, que
sin saberlo ellos, me dejaron de herencia su historia estudiantil.
En un piso cualquiera de Santiago de Compostela, empieza ésta historia.
Eramos cinco elementos los que vivíamos allí y
había uno que destacaba sobre el resto o por lo menos su historia, que
en concreto es la que voy a contar. Este era un estudiante de Químicas,
muy buena persona y que en él destacaba más una cosa. Eran sus gafas de
concha, tipo
culo de botella, con sus cristales llenos de circulos concéntricos en
los que era imposible ver el color de sus ojos. Además las gafas que
llevaba eran grandes, pesadas y feas. No precisamente de última
generación.
Este chaval dada sus gafas y que además no era muy
agraciado, él no había mojado su canario. Así es la vida de cruel. Y ese
curso, estaba entusiasmado con la posibilidad
de que por fin se cumpliera su deseo. Para ello, se puso el mono de
faena y se marcó los pasos a dar. Lo primero que tenía que hacer era
operarse de su Fimosis. Y sin más, cumplió su primer deseo. Se operó un
dia de otoño
y despues de ello, nos lo contó a todos los demás elementos.
Nosotros, recibimos con entusiasmo semejante acontecimiento y enseguida
concertamos una cita para esa misma noche. Para celebrarlo
por todo lo alto, con unas buenas copas esta buena nueva. Así llegó la
noche, con vinos, copas y más copas. El estaba loco de contento y
nosotros contagiados de su alegría.
Como
siempre fuimos cambiando de sitio. Y en cada uno una copa. Hablábamos
un rato entre nosotros y despues nos despirgábamos y a veces nos
perdíamos, pero al final volvíamos a vernos, para irnos juntos al
siguiente pub. De nuevo charlábamos
los integrantes del piso. Hasta que llegó un momento, que el chaval
feliz, se acercó a nosotros todo preocupado. Nos contó su historia de
esa noche y nos pedía consejo, !pobre desgraciado!, pensé yo.
Se puso a narrar. Resulta que la chavala que le acompañaba (ninguno de
nosotros se había enterado, de que estuviera con una chavala), nos la
señaló con el dedo. A él le gustaba y que el tema era mutuo. Al parecer
ella le
había comentado, si se iban juntos a la cama. El se quedó pensativo y
no contestó nada, pues pensó en su polla llena de puntos y entonces se
le ocurrió pedir consejo a sus compañeros de piso, !vamos al consejo de
sabios!.
Nosotros por unanimidad, le recordamos que él nunca había follado y que
una oportunidad así, no se puede dejar escapar. Que los puntos son los
puntos, pero follar era otra cosa muy distinta.
Se le abrieron los ojos en señal de agradecimiento y de ellos emanó la
felicidad. Se fue raúdo y veloz hacia la piba. Al rato se levantó y de
la mano desapareció con su chavala. El resto de la noche la disfrutamos,
hasta
caer rendidos cada uno en su propia cama.
Por la mañana.
Nos levantamos tarde, arrastras y con resaca. Y en eso llega él, con
cara de pocos amigos. Nos fuimos a la cocina, a que nos contara sus
aventuras de alcoba. Resulta que sí, se habían ido a la cama y que al
ponerse a follar, aquello que envolvía su polla empezó a petar. Estalló
como estalla una bombona, fue una explosión y una sangría. De inmediato,
se trasladaron a Urgencias. Me los figuro a los dos de la mano y él
agarrando su polla o más bien el colgajo que le quedaba, con ese dolor,
que sólo da el dolor de ese sitio y sus caras de susto y de verguenza de
sólo pensar, que
tenían que contar su experiencia.
El cirujano, de nuevo
le cosió la cosa y los dos emprendieron el camino de vuelta. Ahora sí,
bien provisto. Pues en su mano llevaba una buena bolsa con
hielos dentro. Prevención por si acaso aquello se atrevía de nuevo a
levantar su cabeza.
Pues colorín colorado. Este cuento se ha acabado y como todos los cuentos el final es bueno.
De este profundo dolor nació el amor. Sé que siguieron
saliendo juntos durante mucho tiempo. Para que despues se diga que
nuestros consejos no eran buenos.
En este mismo piso. Había otro inquilino bastante peculiar. Había
estado dos o tres años embarcado en barcos de pesca, de los que iban a
ese gran caladero, el "Gran Sol", allá al norte de Irlanda. Despues
decidió, como yo
había decidido, dejar éste trabajo para los marineros vedrdaderos y se
puso a estudiar Magisterio. Este chaval, traía costumbres de convivencia
en barcos pequeños. De dormir por turnos, mojados, sin ventanas y con
sueño partido
en trozos pequeños. De ahí, debido al agobio que tenía por los espacios
cerrados y sin ventilar. Aquí cogió la costumbre de dormir con las
ventanas abiertas. En invierno, en primavera y en verano, daba igual el
tiempo. El
siempre dormía con sus ventanas abiertas. Se zambullía en la cama,
debajo de un montón de mantas, y sólo dejaba al aire su prominente
nariz. Por eso le llamábamos el "Nari".
Un día fuí yo a su habitación a hablar de algo que ahora no me acuerdo.
Ví que desde su cama, salía un cordel y que éste a su vez salía por su
ventana y que despues descendía por el patio interior de
la casa. Le pregunté, que para que quería aquel cordel. Y él sin abrir
la boca, empezó a tirar del cordel. Al final del cordel, había un rollo
hecho de calcetines y calzoncillos. Decía que como era muy limpio y ya
le había dado dos vueltas a los calcetines y calzoncillos, del derecho y
del revés, del revés y del derecho,q ue no le quedaba otra, que
tirarlos a ventilar por el patio interior. Algo es algo, decía. Con el
sólo hecho de
subirlos y enseñarmelos el olor a pescado podrido se quedaba corto y me
dijo, con esa flema tan británica que le cacterizaba, que ahora aún
olían, pues sólo llevaban al aire una hora, que por la mañana era
distinto.
Despues de pasar por varios lavabos de agua de lluvia y por el
centrifugado que creaba el viento. Y que de buena mañana, él se los
ponía y me juraba por dios, que de verdad no olían, que si quería probar
éste invento...
En otro piso, en una época ya muy lejana,aunque no tan
lejana de la anterior. Con distintos protagonistas, pero como siempre
estando yo presente. Hubo otro protagonista que dió pie a ésta historia.
Este elemento procedía de un pueblo muy mono y tambien muy marinero. A
él, le gustaba presumir de ello (Aún no sé el porqué. El hecho es que le
gustaba presumir de su pueblo marinero). Claro que a él, no le gustaba
contar su procedencia familiar. El ocultaba que era hijo de uno de los
más ricos del pueblo. Esto daba que pensar, en aquellos tiempos, en que
el contrabando era una ley para muchos marineros y con esa pasta encima.
Pues cada uno que piense lo que le
dé la gana.
Además este personaje tenía un Wolsvagen
cucaracha antiguo y más nos daba en las narices. Pues de aquella, casi
ningún estudiante tenía coche y va él
llevaba un coche con esa solera.
El tio, era bajito, con
pelo rizado y corto, de rasgos más bien comunes, con gafas finas. Y en
su dia a dia, no se caracterizaba por hablar mucho, más bien poquito
y como muy abreviado (o sea como un poco cortito). Siempre estaba
metido en sus cosas, ensimismado y con la mirada perdida. Y sólo cuando
te hacía una pregunta,entonces te clavaba la mirada. Esta mirada, tan de
él, denotaba por un lado
inseguridad y por otro lado daba todos los síntomas de estar zumbado.
Se pasaba todo el dia encerrado en su habitación. No salía nada, más
que a mear y de paso, se acercaba a la
sala de estar y nos espetaba una pregunta sobre la vida y su
existencia. Que ya quisiera Platón tener tanta profundidad y tanto
sentimiento.
En una de sus tantas visitas cortas a la
sala. Nos dice, que
él con sus 23 años aún no ha chingao (tema recurrente éste. Como para
hacer un tratado de Sexología), que él se mata a pajas, dice que a tres
por dia y que lo que tiene es miedo, a que si se le presenta una
ocasión,
si de darle tanto al manubrio, podría chingar. Vamos traduciendo, si es
que aún le quedan fuerzas para que se le empine. El chiquillo estaba
preocupado, si de tanto desgaste que le imprimía a su miembro. Este no
respondiera en ese momento,tan
vital e importante en la vida de cada uno.
Creo que fui
yo, que soy muy cabrón, el que le contesté y le dije que no se
preocupara pues todo tenía una solución. La cual era, que no
se pajeara durante un mes. Pues así tendría más ganas,si se podían
tener,y que se concentrara con sus tres sentidos en intentar ligar. Que
se fijara esa meta y que luchara por ella.
Me miró a la cara, muy serio y con mucha solemnidad aceptó el reto y
con determinación me dió la espalda y se fue de nuevo a su habitación, a
pensar en su nueva etapa. Le quedaba por delante un mes de prueba y
despues nos
reuniríamos para sacar conclusiones.
!!Menudo mes!!. El
ya no se quedaba en su habitación. Era una fiera enjaulada, iba de
habitación en habitación y de ahi a la sala. Sin pararse
en la suya,para nada. De aquí sacamos la conclusión, de que él se
encerraba en su habitación, para pajearse sin descanso y por el tiempo
que antes se echaba en ella hicimos un cálculo. Pensamos que tendría una
media
como de nueve pajas al dia. Su mirada aún estaba más perdida, pero él
seguía firme en su decisión. Ahora no había quien le hiciera cambiar de
idea.
Llegada la noche,
acostumbrábamos a ir al pub de abajo. Pronto las chavalas que
conocíamos, (las que no conocíamos seguro que tambien tendrían mucho que
decir. Pero no nos dijeron nada), se empezaron a quejar de aquel tio.
El de la mirada de loco,
el que se les pegaba a su espalda como una lapa, el que babeaba
mientras les miraba a las tetas, el que las desnudaba con la mirada, el
que estaba más salido que un mono y que además no emitía ni siquiera un
sonido y menos una palabra.
Así que el asunto tomó otros derroteros. Había que cambiar de
estrategia, aquello estaba a punto de petar. Decidí entonces, hablar en
serio con él y le planteé que debía parar y cambiar de método,
pues su táctica no surtía efecto. Le convencí, que el método idóneo
para ligar era hablando, conversando y relacionándose, sin gestos
obscenos. Pues peligraba su vida y que desde luego asi, no se iba a
jalar ni una
rosca.
Esta conversación tuvo su efecto, pero por
desgracia sólo le duró dos días. Al cabo de ellos, ya estaba de nuevo en
la espalda de una chavala y con sus ojos encendidos clavados
en unas tetas. Las tias, ya no podían más y pronto empezaron a
despreciarlo con sus palabras y sus gestos.
Con éstos
tropezones, pasó el mes completo y aquella situación ya
no se podía aguantar más, por nosotros, (el resto de moradores del
piso), pues aquella bestia furibunda, no paraba de andar todo el día de
un lado a otro, como un gorila enjaulado y hablando sólo.Tambien por las
chavalas, pues
ya alguna le había partido la cara y por él mismo sobre todo, pues a
éste paso le iban a explotar los huevos y la cabeza le iba a hacer
!crak!.
Lo único que se pudo hacer. Fue hablar
de nuevo con él, y plantearle las cosas a la cara, y formularle una
nueva estrategia. Y así se hizo, se le dijo que volviera a mansturbarse,
que se hiciera las pajas que quisiera, pero que por favor, por lo que
más quisiera, que se
encerrara de nuevo en su cochiquera y que por favor no saliera. Que por
ahora eso llegaba y que más adelante, seguro que la suerte cambiaba.
Quizá algún día...