Pues mañana toca currar y entonces, ya se acabó la fiesta por hoy, pues por muchas razones y entre ellas está, el que tengo que descansar y para ir a mi curre como un valiente guerrero, despejado y con los 5 sentidos y dispuesto para que la muerte y la sangre ajena, no afecten mi sensibilidad, mi apreciada y hermosa sensibilidad. O es que pensáis, ¿qué a mi me gusta la sangre?, hombre, en parte me gusta, pero me gusta sobre todo por su color ardiente, pero por nada más. ¿Y su olor?, porque la sangre huele mucho y es como un olor entre agrio y ácido y que mezclado con el olor del aceite de un motor, da un cierto olor a morcilla pasada por la parrilla y a quién le gusten las morcillas recién tostadas, le puede resultar agradable, pero a mi no y porque de las morcillas no me gusta ni su sabor, ni su olor.
Ahora bien, una vez puesto mi traje de faena, me da igual la sangre, los olores, los huesos rotos, los brazos amputados y los sesos desparramados...vamos, que me da igual con lo que tenga que lidiar. Y claro que prefiero que no haya chorros de sangre fresca y reluciente, ¡no te jode! y ya puestos y por pedir que no quede: que no se partan y fracturen los huesos, que no se produzcan luxaciones en las articulaciones, que el cerebro no se salga de su sitio, que los ojos se mantengan en sus cuencas, que las venas y arterias no sangren como putos manantiales, que los dientes no se queden por el suelo y que más...que nadie enferme y se hiera conduciendo.
Pero sin llegar a estos extremos, está el borracho, el puto borracho que todo lo lía, el que más grita y reclama, el que no te deja currar en paz, el que a veces te insulta y te agrede o te escupe y te mira con ojos alcohólicos de odio y ahí si que tienes que hacer de tripas corazón y recordar que tú también empinaste el codo y que lo empinaste mucho y que eras igual de descontrolado...porque sino lo piensas, te enzarzas a hostias con el puto borracho y creo que eso, no es plan, aunque yo sigo pensando en lo de la hostia terapéutica y a veces, una buena hostia es un santo remedio y además, te quedas muerto de gusto.
Ahora bien, una vez puesto mi traje de faena, me da igual la sangre, los olores, los huesos rotos, los brazos amputados y los sesos desparramados...vamos, que me da igual con lo que tenga que lidiar. Y claro que prefiero que no haya chorros de sangre fresca y reluciente, ¡no te jode! y ya puestos y por pedir que no quede: que no se partan y fracturen los huesos, que no se produzcan luxaciones en las articulaciones, que el cerebro no se salga de su sitio, que los ojos se mantengan en sus cuencas, que las venas y arterias no sangren como putos manantiales, que los dientes no se queden por el suelo y que más...que nadie enferme y se hiera conduciendo.
Pero sin llegar a estos extremos, está el borracho, el puto borracho que todo lo lía, el que más grita y reclama, el que no te deja currar en paz, el que a veces te insulta y te agrede o te escupe y te mira con ojos alcohólicos de odio y ahí si que tienes que hacer de tripas corazón y recordar que tú también empinaste el codo y que lo empinaste mucho y que eras igual de descontrolado...porque sino lo piensas, te enzarzas a hostias con el puto borracho y creo que eso, no es plan, aunque yo sigo pensando en lo de la hostia terapéutica y a veces, una buena hostia es un santo remedio y además, te quedas muerto de gusto.