SIETE POEMAS DE VIKINGA DE ISABEL TEJADA BALSAS
Se hacen preguntas
que no sirven para nada,
que no le llevan a ninguna parte,
como quien escribe poemas en un papel
y luego les prende fuego.
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Confundiome el amor
con uno de sus soles.
Llevábalo yo al muslo,
a modo de cilicio,
con el orgullo de los tontos.
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Escucharle
es cubrirse la cabeza con una toalla.
Inclinarla sobre su boca
como si fuera un barreño con vapores de eucalipto.
Inspirar repetida y profundamente.
Descongestionarse.
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Había en sus palabras
toda clase de aves migratorias.
Mi corazón bajaba crecido
a causa del deshielo.
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Arrastrada soy por el desagüe de sus ojos,
diseñados específicamente
para drenar el agua de las tormentas
hacia la corriente.
Hacia la corriente de qué
carece en absoluto de importancia.
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Ojalá estuvieras aquí.
No haríamos nada
más que hacernos compañía.
Tenías razón.
Hacerse compañía es un acto heroico.
Ojalá estuvieras aquí.
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La historia se ha contado.
Los poemas, dispuestos
como flechas incendiarias
sobre la vela y la cubierta.
Es hora
de que este libro se adentre
en la niebla
como un barco funerario.
Isabel Tejada Balsas
Vikinga

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