Avísame cuando tiembles,
así temblaremos los dos juntos
en cualquier rincón de la vida.
Tu piel temblorosa
contra mi piel blanca, pálida
y a veces, sudorosa
y resquebrajada por falta de roce.
Tu boca llena de gracia
frente a la triste finura de mis delicados labios
que con el frío me escuecen y me hacen daño.
Tus ojos oscuros como un fondo marino
se verán con los míos,
dos esmeraldas verdes
que irradian deseo y desenfreno.
Tu risa franca y sincera
ante la mía,
más irónica que risueña,
más sumergible que un submarino,
más tímida es imposible,
más amable y se hace extraordinariamente grandiosa...
Más...
yo te comería la boca
y con mi lengua escarbaría entre tus muelas y rocas,
después, recogería mis sensores
y volvería a mi estado larvario,
sería de nuevo,
más oruga que ha dejado de temblar
que más mariposa que quiere volar.

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