Éramos pocos pero parecíamos muchos,
íbamos sobrados y como pavos reales desmontados.
Éramos invencibles, intocables,
sobrepasados de razones
sobrecargados de emociones
ingobernables y pasionales.
Éramos pocos pero hablábamos mucho
y ladrábamos como perros enfurecidos
y soñábamos en grande y en pluscuamperfecto.
Y ahora,
que ha pasado tanto tiempo
(más de 40 años y con eso se dice todo)
apenas quedan en pie un par de ideales:
solidaridad, pero eso sí, inmensa...
y guerra a muerte
contra la opresión y abuso de cualquier tipo.
Ahora bien
son dos ideales bien incrustados en el encéfalo
y por eso estoy convencido
que con ellos me moriré en paz y armonía.
No hay comentarios:
Publicar un comentario