ELVIRA SASTRE



"Que la vida puede durar un cruce de miradas
en medio de una tormenta.
Y os aseguro que eso es un regalo,
eso es más que suficiente".

Elvira Sastre


 

UN EXTRAÑO UTENSILIO (Marwan)


 

UN EXTRAÑO UTENSILIO
“Me llevo a papá al hospital,
le está costando respirar”.
Son las 21:35 del miércoles 25 de marzo.
Las calles son pasillos de geriátrico.
El miedo toma forma real,
se acomoda en mi familia.
Mi padre está peleando contra el aire
en una habitación de un hospital del sur de Madrid.
Mi hermano es enfermero allí,
“él lo cuidará”, nos decimos,
buscando la suerte en la desgracia.
Pero nada es fácil,
la angustia es una goma elástica,
el miedo, un tubo de ensayo,
vivo en una de las negrísimas pinturas de Goya.
La esperanza es solamente un extraño utensilio
que hoy sostengo entre las manos,
el tiempo un lento tren que no quiere atravesar el paisaje.
Soy el niño que llora por el dolor del hombre
que no puede sostenerle la mano a su padre.
La rama es fuerte, la vida, un pez remontando río arriba,
“papá se recupera”. ¿Cómo no pensar en ellos,
en los que se quedaron colgados
como una chaqueta en la última conversación
con un familiar del que no se pudieron despedir?
La esperanza es solamente un extraño utensilio
que se sostiene entre las manos.

CUENTOS EN VERSO PARA NIÑOS PERVERSOS (Roald Dahl). CAPERUCITA ROJA Y EL LOBO.

CAPERUCITA ROJA Y EL LOBO.
Estando una mañana haciendo el bobo,
le entró un hambre espantosa al Señor Lobo,
así que, para echarse algo a la muela,
se fue corriendo a casa de la Abuela.
"¿Puedo pasar, Señora?", preguntó.
La pobre anciana, al verlo, se asustó
pensando "¡Este me come de un bocado!".
Y, claro, no se había equivocado:
se convirtió la Abuela en alimento
en menos tiempo del que aquí te cuento.
Lo malo es que era flaca y tan huesuda
que al Lobo no le fue de gran ayuda:
"Sigo teniendo un hambre aterradora"...
¡Tendré que merendarme otra señora!"
Y, al no encontrar ninguna en la nevera,
gruñó con impaciencia aquella fiera:
"¡Esperaré sentado hasta que vuelva
Caperucita Roja de la Selva!"
-Que así llamaba al bosque la alimaña,
creyéndose en Brasil y no en España-.
Y porque no se viera su fiereza,
se disfrazó de abuela con presteza,
se dio laca en las uñas y en el pelo,
se puso la gran falda gris de vuelo,
zapatos, sombrerito, una chaqueta
y se sentó en espera de la nieta.
Llegó por fin Caperu a mediodía
y dijo: "¿Cómo estás abuela mía?
Por cierto, ¡me impresionan tus orejas!"
"Para mejor oírte, que las viejas
somos un poco sordas". "¡Abuelita,
qué ojos tan grandes tienes!". "Claro, hijita,
son las lentillas nuevas que me ha puesto,
para que pueda verte, Don Ernesto
el oculista", dijo el animal
mirando con gesto angelical
mientras se le ocurría que la chica
iba a saberle mil veces más rica
que el rancho precedente. De repente
Caperucita dijo: "¡Que imponente
abrigo de piel llevas este invierno!"
El Lobo, estupefacto, dijo: "¡Un cuerno!
O no sabes el cuento o tú me mientes:
¡Ahora te toca hablarme de mis dientes!
¿Me estás tomando el pelo...? Oye, mocosa,
te comeré ahora mismo y a otra cosa".
Pero ella se sentó en un canapé
y se sacó un revolver del corsé,
con calma apuntó bien a la cabeza
y -¡pam!- allí cayó la buena pieza
Al poco tiempo vi a Caperucita
cruzando por el Bosque...¡Pobrecita!
¿Sabéis lo que llevaba la infeliz?
Pues nada menos que un sobrepelliz
que a mí me pareció de piel de un lobo
que estuvo una mañana haciendo el bobo.

 

EN LA OTRA ORILLA (Gata Cattana)

 


Hoy soy feliz porque un dios me da la oportunidad.
Voy a un nuevo lugar donde volver a empezar.
Como maletas, mis brazos, mis piernas
y mi cabeza, que ya empieza a añorar mi tierra.
Detrás, el mar; adelante, mi libertad.
Sólo quiero encontrar lo que no hay en mi hogar.

Enfrentarse a un nuevo mundo es duro,
pero es más duro no tener futuro
y ver que no puedes dar pan a los tuyos.

Nunca tuve nada que fuera mío,
ni siquiera la certeza de comer.
En vuestros cines me dijisteis
que esta era la tierra del pan y la miel,
así que ¿qué iba a hacer?
Ponte en mi piel.

¿Qué más podía hacer? Tuve que marchar.
¿Qué más podía hacer? Buscaba dignidad.
La miseria insoportable en compañía.
Ayer pude ver cómo la bandera de la paz se desteñía.

Aún puedo ver a mi madre
fingir tener comida en la cocina;
en algunas partes del mundo el dolor es rutina.

Jazz en Donosti (Pedro M. Martínez). Blog "Glup 2.0"

 

Jazz en Donosti

 

 

Nos conocimos en Donosti, en un festival. A los dos nos gustaba el jazz. Le hablé de Viola Smith.  Se sorprendió. Ella tocaba la batería. Yo le tocaba a ella. Mejor dicho, ambos nos tocábamos, en los portales de la Parte Vieja, en las escaleras del Puerto, en el Paseo Nuevo. Sus brazos eran musculosos, redondos, apetecibles, aptos para todos los pulsos. Comimos pintxos en el Martínez, tomamos zuritos en cada bar, nos besamos en cada bocacalle, buscamos una pensión donde equilibrar nuestra pasión jazzistica y la otra. O al revés. Me habló de su marido, camionero en ruta por Alemania, de su amante, el saxofonista de su grupo, de sus recuerdos del pueblo, en Cádiz, de sus sueños de escenario. Yo, que era un pardillo -aún lo soy-, apenas le hablé de nada, asustado de haber conocido una mujer así, de compartir aquellas horas lejos de mi cuadrilla, de advertir que cada uno de sus pasos era un retroceso de los míos, del contraste con las mujeres-niña que hasta entonces había conocido, tratando de mantener el tipo con mis gustos de música, con mi sonrisa desenvuelta, con mis bromas. Pero nos mirábamos y me sentía sumergido en una humeante tina que dejaba mi cuerpo ingrávido, excitada la espalda por ondulaciones tan suaves que la nuca se me derretía en lentas gotas de lo que antes se llamaba pasión y ahora intensa atracción por los ojos a pocos centímetros, por el roce casual de los dedos, por la evocación de espirituales caricias sin límite, no las de antes no, no había espacio para la añoranza, caricias nuevas resbalando por la piel interna de sus muslos, delicia del silencio de miradas, rumores del patio guipuzcoano, Chet Baker y el hígado estallando, los pulmones encharcados, las fosas nasales blancas de polvo blanco, basta. Todo fue bien hasta que ella me desnudó el corazón, demasiada intensidad, demasiada verdad. Me dijo que quería empezar una nueva vida, que actuaban la semana próxima en una sala de Madrid, que la acompañase, que había visto en mí un hombre diferente, sensible. Ahí me acobardé, totalmente, sí, lo reconozco, en el siguiente bar nos encontramos con mis amigos que cantaban y alborotaban, inmersos en su fiesta. Ella entró al servicio y...eché a correr, entre las callejuelas y la gente, corrí en una huida de mí mismo, con todo el miedo de mi inmadurez. Cuando llegué a Gros me detuve,  las venas del cuello a punto de reventar. Entré en una cafetería,  mi amiga Cristina estaba sentada junto a la barra. Desde la espalda le susurré “¿Conoces a Viola Smith?” y su sonrisa me indicó que aquella noche iba a ser diferente. Un perro de amargura seguía mordiéndome el corazón.

ME ABURRO POR AQUÍ, ME ABURRO POR ALLÁ...

  Me aburro por aquí, me aburro por allá, haciendo esto o lo otro me aburro igualmente. O sea me aburro por los cuatro costados y me siento ...