NINA SIMONE


 

"La libertad es no tener miedo".

Nina Simone

EN LA OTRA ORILLA

 


En la otra orilla

de esta ciudad sin noche

dicen

que todo es posible.


Sólo pido

un puente

un pasadizo

una cuerda

una mano

una barca

que me lleven hasta allí.

MI PADRE



Mi padre
apenas me decía nada.

Era de arena y desierto.

Cuatro palabras bastaban
y cinco, eran demasiadas.

Mi padre murió un día
y no sé si murió de pena
o porque le reventaron las venas.

Mi padre murió en el baño,
dijeron que fulminado por un infarto.

Mi padre llevaba años buscando la muerte
y un día y como si fuera otro día cualquiera,
la muerte le visitó
y le partió el corazón
en mil gusanitos.

TE IMAGINO

 

Te imagino

sentada

viendo el atardecer

mientras, con tus dedos

construyes castillos de arena

en medio del claro de un bosque.


Te imagino 

despierta,

atenta, 

con la mirada fija en un punto,

con el pañuelo azul alrededor del cuello

y con el pensamiento enredado sobre tu pelo.


Te imagino

sonriendo al vacío

y esperando la noche.


Te imagino

desnuda

en medio de un páramo

mientras la niebla de la mañana

te viste de nuevo.

AL FINAL....

 

Sólo la muerte 


me abrazará en mi sepultura,

sólo mi lápida llevará mi nombre grabado

 mi fecha de entrega al mundo

y mi día y año de caducidad.

Sólo el viento levantará el polvo 

en que me habré convertido,

espero que lo lleve muy lejos,

y tan lejos como ahora te siento.

Al final...

lo que queda

¡es el dolor de haberlo vivido!.

SOMOS...

 


Vale
todos somos arena y barro
y un lago de agua siempre desbordante.

Somos aire comprimido
y viento inconsciente
a veces, ardemos por una chispa
y otras veces
nos ahogamos en un vaso de agua.

Somos impredecibles,
y no somos peces.
Pero tampoco somos dioses.

Somos más hombres que peces
y más peces que dioses.

J.J.Millás/J.L. Arsuaga (ROCA CABALLERESCA)


 

Del libro LA VIDA CONTADA POR UN SAPIENS A UN NEANDERTAL (J.J.Millás/J.L.Arsuaga)
Capítulo siete: Refundando Bettonia
(..... )
- ¿Tú sabes de dónde viene el granito? - me pregunta.
- Ahora mismo no caigo - digo
- Es una roca ígnea, piensa en eso. Roca ígnea. Procede del enfriamiento del magma.
La verdad es que, si lo piensas, te estremeces. Todas estas formas escultóricas que al oscurecer deben parecer gigantes fueron en otro tiempo materia líquida y ardiente.
- ¿Te has fijado - continúa Arsuaga - en que, con mucha frecuencia, sobre la cima de una roca vertical aparece una horizontal?
- Es cierto - digo.
- Se las llama rocas caballeras; no necesito, creo, explicarte por qué.
Seguimos ascendiendo en medio del paisaje de granito solidificado sin perder de vista el castro, aunque cada vez cuesta distinguirlo un poco más. La sensación de soledad es tal, que si me dijeran que hemos ido a caer en un planeta extraño me lo creería. De súbito, al girar en un recodo del camino, la muralla desaparece.
- Ya no se ve el castro - digo como advirtiendo de un peligro.
El paleontólogo se detiene con la respiración entrecortada y me invita a caminar unos metros más, hasta el siguiente recodo, donde vuelve a detenerse. Dice:
- Nos hemos internado en el territorio por una vía ganadera que tiene siglos de existencia. Hemos dejado atrás el castro, el poblado, la seguridad. Si atravesáramos la sierra que tenemos delante, llegaríamos a Talavera de la Reina.
Se queda observándome, como a la espera de que diga algo, pero no tengo ningún interés en llegar a Talavera de la Reina, si es eso de lo que habla, de modo que alzo las cejas interrogativamente.
- ¿No ves nada que te llame la atención? - pregunta.
Miro en derredor mientras él continúa hablando:
- Ten en cuenta que los fenómenos más portentosos suelen ser de apariencia muy humilde.
En esto descubro a un lado de la vía, justo en la curva que acabamos de dar, una roca vertical, de unos dos metros y medio de altura, terminada en forma de meseta. Sobre la meseta hay depositadas multitud de piedras pequeñas.
- ¿Eso? - digo.
- Eso - dice él -. Eso es celta. Se llama el Canto de los Responsos porque cada vez que alguien echa una piedra ahí arriba, sale un alma del purgatorio.
- Pero la idea del purgatorio es posterior a la Prehistoria.

- Claro, porque más tarde se cristianizó. Pero en sus orígenes célticos era una roca protectora. (.......) 

Me hablabas en susurros

 


Me hablabas en susurros

y me salían hormigas por los poros.

Me dabas un beso

y las ganas de querer me crecían

como enredaderas que subían por los pies.

Me preguntabas

¿qué te pasa?

y un río de lava crecía dentro de mí.

Me mirabas en silencio

y sentía cosquillas en la nuca 

y bajo la capa más profunda de mi piel.

Sonaba un mensaje

y era la voz de alarma para volver a ti.

No recuerdo el temblor de aquellos días,

pero si recuerdo

que tu mirar

era como un disparo en la sien.

NO TE OLVIDES DE MÍ

 


No te olvides de mí.
Yo sigo aquí.
y no estoy a la espera de nada
pero tenía que decir
no te olvides de mi
y porque no todo tiene que tener un sentido
y una causa y un porqué.

A veces no pensar, ayuda
otras veces,
cabrearte estremece tu forma de querer
y al final,
acabas descubriendo
que hay otras formas de querer.

SAL VIVA


 

SAL VIVA

Ahora todo me huele a sal,
a sal viva,
a sal en carne viva,
a sal de mar entre dos océanos.

Entre el tuyo,
que es más oscuro que el mío
pero es más suave y tierno
y el mío,
que es tan entrañable como un viejo vino
en barrica de roble.

Juntos haríamos escamas de sal
y dentro de una playa llena de cristales y reflejos.
Seríamos duros y tercos...tal como yo lo he sido,
y seríamos tan lúcidos como tus mejores ideas,
seríamos un tercio tuyo
y un tercio mío
y el tercio restante
será la suma de nuestras quimeras.

LA DIFERENCIA


LA DIFERENCIA

Quizás se hubiera nacido de pie
ahora yacería sentado a modo buda en el fondo de un templo,
o yacería desparramado como un gato panza arriba en el tejado del vecino
porque es de suponer que estaría harto de estar erguido,
y porque diga lo que se diga,
todo dios se harta de todo,
como también se harta de no hacer nada.

Pero hablando de chepas
y porque tenía ganas de hablar de ellas,
mi madre me lo decía constantemente:
"Hijo, ponte derecho
que te va a salir chepa",
y mientras me daba un golpe seco y contundente en el hombro
que tenía más cerca,
al mismo tiempo que me decía:
¡¡es que no sabes andar derecho!.
Yo obedecía a regañadientes,
pero obedecía con holgazonería y con desgana.

Pero este tema (el ir derecho y como una vela)
me duraba medio minuto
y justo hasta que mi madre se despistaba con otra historia,
(se despistaba fácilmente),
aunque lo curioso del caso,
es que sólo le preocupaba mi andar desganado y desgarbado
cuando caminábamos juntos por la calle.

En casa le importaban un huevo mis andares estilo zombi
buscando carne y sangre
porque el meollo del tema era...
que yo tenía que andar recto y derecho para los demás,
como si el resto de la gente estuviera preocupada
por mi andar dejado y caótico.

Para reforzar su línea argumental
siempre se apoyaba en alguien que miraba a tierra de nadie
lo mismo estaba mirando al horizonte lejano
que a esa paloma que estaba a punto de cagar sobre la
cabeza de alguno,
y como en definitiva nunca se sabía hacia donde miraba
mi madre lo añadía como testigo ocular de mi asincronía.

Yo en el futuro, me veía chepudo y deforme
y en mis peores pesadillas tendía a pensar
en que me convertiría en un chepudo de la suerte
y tendría colas de gente para pasar lotería o quiniela
por mi chepa
al mismo tiempo
que pedirían un deseo
que no sería otro...
que le lloviera la pasta a millones.

El día en que me sentía un capitalista sin escrúpulos,
me veía cobrando 20 euros
por cada petición de buena suerte
y coño pensaba...
con peores cosas se gana el pan alguna gente.

Mismamente están los enanos de los circos
(que no sé a quién hacían reír)
pero para eso estaban
para lograr ese tipo de risa facilona y faltona
porque al parecer la deformidad hace reír a alguna gente.

Hay algunas obesidades mórbidas que venden su aspecto de
morsa desparramada,
hay los amputados a lo que les gusta lucir sus muñones
sudados y desencajados,
hay los que tiene un ojo de cristal
y les gusta jugar a las canicas con él,
hay aquellos siameses que antes había
(por gajes de la ciencia fue en tiempos lejanos)
que iban unidos por su cuerpo o su cabeza
y era todo un desafío médico quirúrgico tipo heroico
el como podían separarlos sin que uno de los dos muriera.

Hay que decirlo todo...
algo hemos evolucionado,
digamos que poco a poco hemos aprendido
a respetar la diferencia y la deformidad
y porque no todos tenemos que ser guapos,
ni super inteligentes,
ni tener andares perfectos,
ni está escrito en ningún lugar y sitio
que tengamos que tener 4 extremidades,
(a veces con 6 u 8 se funciona mejor).

Ni siquiera hay una ley que dictamine
que tenemos que andar hacia delante,
pues a veces vas más rápido
y llegas antes a un sitio
si vas caminando hacia atrás como los cangrejos,
y es que para llegar a un objetivo no siempre hay que ir de
frente y de cara
a veces es mejor ir por la puerta de atrás
o por la puerta que alguien dejó entreabierta.


 

REVOLUCIONARIOS (Gsús Bonilla)

 


REVOLUCIONARIOS



Hablando de rojos – deduzco –

qué les abrieron el pecho

les extirparan el corazón,

y aún así,

viste? que hijos de puta!

siguen latiendo.


GSÚS BONILLA

EL "PERO" (Eduardo Sacheri)

 

“El "pero" es la palabra más puta que conozco -. "te quiero, pero..."; "podría ser, pero..."; "no es grave, pero...". ¿Se da cuenta? Una palabra de mierda que sirve para dinamitar lo que era, o lo que podría haber sido, pero no es.”


"El secreto de sus ojos", Eduardo Sacheri

Irene Vallejo


 

Irene Vallejo
28 MAR 2021 -
El cuerpo es un símil de la realidad donde habita. Cuando a lo largo y ancho del mundo el confinamiento cerró las calles, empezamos a sufrir contracturas físicas y mentales. Somatizamos los duelos como dolores, y la ansiedad es una secuela cada vez más palpable de este paréntesis angosto e interminable. El miedo, las tensiones, el peso del trabajo y el poso de las soledades se traducen a un lenguaje de carne en nuestras piernas, estómagos, corazones y cabezas. Este malestar encajonado tiene raíces antiguas; “angustia” significaba en latín “desfiladero, lugar estrecho, abismo”. Lo mismo ocurre con la tensión que nos oprime: “estrés” procede de strictus, en el sentido de “estricto, apretado, estreñido”. La tristeza estrangula el aire, enmudece la voz. Hasta que, de pronto, como en un hechizo, ciertas palabras nos permiten abandonar el pasadizo helado y encontrar alivio.
Cuántas veces, tratando de levantar nuestro ánimo, hablamos con nosotros mismos para conjurar el miedo, igual que susurramos al niño temeroso de la oscuridad. Nos decimos que es preciso confiar, ser fuertes, no desistir. Esta capacidad para desdoblarnos en un yo sereno que trata de apaciguar al otro yo es una proeza sorprendente y antigua. Ya Homero contaba en la Odisea que, a veces, el llanto sacudía a Ulises, y entonces escondía la cara tras el manto, humedeciendo la tela en silencio. Al regresar a Ítaca, el navegante encontró su palacio ocupado por extraños y tuvo que mendigar en su propia ciudad. Derrotado, se dijo: “Corazón, sé paciente, en otras ocasiones sufriste reveses más duros, pero aguantaste”. Por primera vez en nuestra cultura, un humano habla no con sus semejantes o con los dioses, sino consigo mismo. El diálogo íntimo nació así, con una llamada a la calma y al sosiego.
Durante estos tiempos tormentosos, los duelos amputados han agudizado nuestro malestar. C. S. Lewis intuyó que el dolor por la muerte de un ser querido se expresa a menudo en el idioma de la angustia. Con más de 50 años, el devoto profesor de Oxford aceptó casarse con la poeta norteamericana Helen Joy Davidman —católica, divorciada y comunista—, que le pidió ayuda para evitar la expulsión del país cuando le denegaron el permiso de residencia. Por sorpresa, ese matrimonio de conveniencia en la madurez desembocó en un inesperado y hondo enamoramiento, que poco después truncaría el cáncer. Cuando ella murió, Lewis escribió en Una pena en observación: “Nadie me había dicho que la pena se viviese como miedo. La misma agitación en el estómago, la misma inquietud. No estoy asustado, pero la sensación es idéntica. Aguanto y trago saliva. Antes tantos caminos y ahora tantos callejones sin salida”. Lo conmovedor es que esas reflexiones anotadas en cuadernos, sus apuntes sobre la tristeza, se convirtieron en un libro que le ayudaría —como a tantas personas, todavía hoy— a escapar de la calle angosta, de la trinchera circular.
La ansiedad es una habitación estrecha. Luis Buñuel lo explicó en su película El ángel exterminador, donde unos amigos se reúnen a cenar en un lujoso salón y después, por una razón inexplicable, no consiguen atravesar el umbral para salir. Según el cineasta, habrían sido atacados por una plaga misteriosa e innombrable. Entre esas cuatro paredes se suceden la desesperación y el humor surrealista: una comedia trágica sobre la asfixia y el desasosiego. Cuando el túnel nos aprisiona, la risa ensancha los pulmones con aire fresco. Conversando con exiliados españoles en México, el director señaló la clave: “Los hombres cada vez se ponen menos de acuerdo y por eso se combaten entre ellos. Pero ¿por qué no se entienden? En la película es lo mismo, ¿por qué no llegan juntos a una solución?”. Según Buñuel, debería asombrarnos no que los personajes sean incapaces de salir, sino que no intenten colaborar. Hoy, más que nunca, hay que observar las penas, hablar con el corazón, reír en el desfiladero y atreverse a buscar ayuda. Hace falta coraje para dar rienda suelta a las palabras enjauladas. No siempre comprendemos cuánta fortaleza se necesita para vivir en la fragilidad.

ME ABURRO POR AQUÍ, ME ABURRO POR ALLÁ...

  Me aburro por aquí, me aburro por allá, haciendo esto o lo otro me aburro igualmente. O sea me aburro por los cuatro costados y me siento ...