En cambio de hablar de dios o de los dioses,
hablemos de los hombres y mujeres,
hablemos de la carne, huesos, piel, cerebro y tegumentos,
hablemos de los pecados que cometemos por ser unos pobres mortales,
hablemos del hígado, riñones, estómago y epìglotis,
y de las tripas y entrañas más radicalizadas
y de las almas perdidas dentro del rebaño
y del inmenso poder de los sueños...
que a veces nos doblegan y nos iluminan la vida
y hasta a veces nos hacen pensar
que podemos cambiar el rumbo mundo...
Hablemos de todo eso,
porque ya estamos hartos de hablar
de penas y miserias de seres rastreros y pedigüeños.

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