| Éste es un paisaje decadente |
Me pasa con las casas, me gustan las casa antiguas, pero al mismo tiempo que me gusta que estén bien reformadas. La estructura de la casa que sea amplia y con techos que lleguen hasta el cielo y puertas de madera vieja desgastada y con olor a rancio con solera de otras antiguas vivencias. También quiero que ese aire decadente no se pase de la raya, porque significaría que la casa se está cayendo a trozos y eso la verdad, no me entusiasma. Quiero confort y comodidad y amplitud y que las paredes rezumen vida por todos sus poros. A mi una casa nueva no me dice nada, no tiene olores, presencias extrañas, ni antiguos tactos y lo que tiene son olores a cemento y a barnices recién usados, la madera no huele a madera,
huele a producto químico plastificado.
Quizá hay dos partes de una casa que no me importarían que fueran nuevas: la cocina y el cuarto de baño. Pues en estos casos el que tengan solera me da un cierto asco. Que en ese mismo water cagará el Rey Arturo, pues es un puntazo para la historia, pero que coño, que se lleven el water a un Museo, porque te pones a pensar si de aquellas se cagaba más por fuera, que por dentro o si se bañaban una vez al mes y yo que sé, pero seguro, que ese pensamiento te corta la cagada. Después todo lo funcional lo quiero nuevo del trinqui y mejor si viene con el precinto puesto, un coche, un móvil, un ordenador, una tele, la ropa... Éstas cosas como son perecederas, si puedo las quiero nuevas y relucientes y con la garantía colgada de un lado. Las personas, las personas me dan igual si son viejas, nuevas o recién paridas, lo importante en ellas es saber si irradian y si tienen esencia y conciencia, y para eso, lo nuevo, lo viejo y lo decadente, carecen de importancia.
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