
De todo lo que vivimos apenas queda nada,
queda un residuo gris ceniza en la punta de tu lengua,
queda un recuerdo de un rostro enmohecido
y unas risas que resuenan dentro del cajón de tu mesilla.
A veces, soy capaz de ver tu cuerpo,
lo percibo más que lo siento,
ha perdido carne y hueso
y ha ganado en aire y viento,
ahora, si abro la ventana
sale despavorido
y sin más y sin querer...
se cuela por cualquier resquicio del olvido.
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