Sonrío bajo la lluvia.
De ortigas y espinas me visto y me adorno cada mañana.
De gris pálido quedo sino veo la luna.
Codo con codo y diente con diente
y siempre y siempre... avanzando septiembre.
No hay quién pueda dormir
con el gato que araña mi estómago,
ni con ese monstruo que acecha en el techo.
No hay ruidos más allá de mis propios ecos,
ni hay más exabruptos fuera de mi cueva.
Yo, repito,
yo sonrío bajo la lluvia,
sonreír cuesta muy poco,
y al llover me crecen los dientes,
en fin, que no entro dentro de mi propio cuerpo.
Concluyo:
me pueden más los instintos
y las ganas de comerme el mundo.
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