No quiero una soledad inconsolable,
pero tampoco quiero que me barnicen con falsas promesas.
Yo prefiero la honestidad cruda
las largas tardes de conversaciones infinitas
los domingos al sol
el dulce calor de mi chimenea
la sinceridad apabullante
el olor a leña que sale por mis fisuras
el deseo que campa por mis carnes
el temblor de mis estremicimientos,
el exabrupto de mis dudas compulsivas,
mi idea de tener sin poseer,
mi nostalgia desatada y fuera de sitio.
Yo prefiero a mi querido ánimo
y pido mis disculpas
por sólo querer ver mi propio ombligo.
Pero es que a veces
el espejo te engaña
y te hace ver...
que eres tú mismo el que estás ante él.









