AQUÉL HERMOSO PUEBLO
Era de noche,
todo estaba oscuro y cerrado,
aquél pueblo tan admirado por su extraordinaria belleza,
era una sombra de lo que para mí había sido,
visto así, desde dentro de sus entrañas,
era una visión tétrica y con demasiadas telarañas,
tú allí sólo y en aquél edificio sin sustancia,
feo y frío,
y en medio de aquel destartalado descampado,
lejos del centro del pueblo
y más cerca del polígono industrial,
no sé, visto así,
pensaba que debería acogerme a la suerte
y cruzar los dedos unas cien veces,
y esperar que no pasara nada,
dormir con un ojo abierto
y con el otro medio cerrado,
mientras el viento golpeaba con saña una ventana
y yo pensado que alguien golpeaba en la puerta,
frío en el aire ambiente,
frío por mis adentros,
frío en mis peores enemigos, los miedos,
frío por las calles solitarias y húmedas,
frío en aquél centro de salud
que se parecía más a un esqueleto de un muerto,
y yo era su médula espinal
y de noche, su único habitante,
frío, más frío,
mucho miedo,
a veces pavor y temor,
ruidos,
pequeños ruidos,
ventanas, puertas que chirriaban,
silbidos de viento,
timbres dentro de mi cabeza
y vueltas y más vueltas en aquella cama de mierda
y las 2 y las 3 y las 4 y las 5
y a las 7 de la mañana me decía a mi mismo
¡que bien! sólo queda una hora
y tanto fue el cántaro a la fuente
que una noche casi me parten la cara,
un desalmado y borracho hasta las trancas,
llamó a aquél maldito timbre
y serían las 4 de la mañana,
eran dos, dos pintas puestos hasta las cejas,
y nada más abrir la puerta,
me empujaron brutalmente a un lado
y empezaron a romperlo todo
y porque sí y por sus cojones,
y cuando se aburrieron de romper cosas
dirigieron sus miradas etílicas hacia mi,
y yo claro, pies en polvorosa y pies para que os quiero
y corriendo todos los pasillos del centro de salud
y hasta que me fijé en una ventana que estaba medio abierta
y por allí me colé como una sabandija por una rendija
y aquél penoso descampado que rodeaba al centro de salud
me pareció un territorio lleno de amor y gloria...
desde esas,
nunca me dejaron trabajar sólo en la noche,
claro, tenía que pasar algo y pasó
y eso que tuve la suerte de haberme librado por los pelos,
pero ya véis,
a pesar de todo sigo vivo y coleando,
pues tengo 7 vidas como las que tiene un gato.
aquél pueblo tan admirado por su extraordinaria belleza,
era una sombra de lo que para mí había sido,
visto así, desde dentro de sus entrañas,
era una visión tétrica y con demasiadas telarañas,
tú allí sólo y en aquél edificio sin sustancia,
feo y frío,
y en medio de aquel destartalado descampado,
lejos del centro del pueblo
y más cerca del polígono industrial,
no sé, visto así,
pensaba que debería acogerme a la suerte
y cruzar los dedos unas cien veces,
y esperar que no pasara nada,
dormir con un ojo abierto
y con el otro medio cerrado,
mientras el viento golpeaba con saña una ventana
y yo pensado que alguien golpeaba en la puerta,
frío en el aire ambiente,
frío por mis adentros,
frío en mis peores enemigos, los miedos,
frío por las calles solitarias y húmedas,
frío en aquél centro de salud
que se parecía más a un esqueleto de un muerto,
y yo era su médula espinal
y de noche, su único habitante,
frío, más frío,
mucho miedo,
a veces pavor y temor,
ruidos,
pequeños ruidos,
ventanas, puertas que chirriaban,
silbidos de viento,
timbres dentro de mi cabeza
y vueltas y más vueltas en aquella cama de mierda
y las 2 y las 3 y las 4 y las 5
y a las 7 de la mañana me decía a mi mismo
¡que bien! sólo queda una hora
y tanto fue el cántaro a la fuente
que una noche casi me parten la cara,
un desalmado y borracho hasta las trancas,
llamó a aquél maldito timbre
y serían las 4 de la mañana,
eran dos, dos pintas puestos hasta las cejas,
y nada más abrir la puerta,
me empujaron brutalmente a un lado
y empezaron a romperlo todo
y porque sí y por sus cojones,
y cuando se aburrieron de romper cosas
dirigieron sus miradas etílicas hacia mi,
y yo claro, pies en polvorosa y pies para que os quiero
y corriendo todos los pasillos del centro de salud
y hasta que me fijé en una ventana que estaba medio abierta
y por allí me colé como una sabandija por una rendija
y aquél penoso descampado que rodeaba al centro de salud
me pareció un territorio lleno de amor y gloria...
desde esas,
nunca me dejaron trabajar sólo en la noche,
claro, tenía que pasar algo y pasó
y eso que tuve la suerte de haberme librado por los pelos,
pero ya véis,
a pesar de todo sigo vivo y coleando,
pues tengo 7 vidas como las que tiene un gato.
POR UN DÍA ME VOY A OLVIDAR DEL PUTO VIRUS (Tiempos de Pandemia)
Por un día me voy a olvidar del puto virus,
como decía el Boris Jonhson a sus conciudadanos,
olvidémonos de su existencia,
salgamos a los parques, calles y plazas,
ciudadanos no cortaros de salir y de retozar al sol que más calienta
hermanos...disfrutemos de lo que tenemos,
porque somos británicos y somos un pueblo poderoso y aguerrido,
y así fue
y hasta que un puto virus se le coló en el pecho
y entonces,
el Boris se puso de color cereo tipo vela de cementerio
y casi se le apaga del todo la mecha,
pero como les pasa a casi todos los populistas baratos,
que casi siempre tienen la suerte de cara
y va el puto virus y acabó perdonándole la vida,
se paseó por sus pulmones,
anidó en sus alveolos,
hasta que el virus se acabó dando cuenta
que no podría anidar dentro de un animal con un cerebro tan primario
y es que el Boris, como el Putin de los cojones
o como el Trump o el Bolsonaro o el Maduro
o el de México o el de Jamaica o el de las islas Fiji,
todos tienen un común que les puede el populismo,
tiene sangre de horchata
y piel de encantadores de serpientes,
mudan la piel y de palabras,
las cambian y con ellas hacen himnos patrios
y ponen una bandera delante
y gritan
¡todos por la patria!y mientras se sigue muriendo gente.
como decía el Boris Jonhson a sus conciudadanos,
olvidémonos de su existencia,
salgamos a los parques, calles y plazas,
ciudadanos no cortaros de salir y de retozar al sol que más calienta
hermanos...disfrutemos de lo que tenemos,
porque somos británicos y somos un pueblo poderoso y aguerrido,
y así fue
y hasta que un puto virus se le coló en el pecho
y entonces,
el Boris se puso de color cereo tipo vela de cementerio
y casi se le apaga del todo la mecha,
pero como les pasa a casi todos los populistas baratos,
que casi siempre tienen la suerte de cara
y va el puto virus y acabó perdonándole la vida,
se paseó por sus pulmones,
anidó en sus alveolos,
hasta que el virus se acabó dando cuenta
que no podría anidar
y es que el Boris, como el Putin de los cojones
o como el Trump o el Bolsonaro o el Maduro
o el de México o el de Jamaica o el de las islas Fiji,
todos tienen un común que les puede el populismo,
tiene sangre de horchata
y piel de encantadores de serpientes,
mudan la piel y de palabras,
las cambian y con ellas hacen himnos patrios
y ponen una bandera delante
y gritan
¡todos por la patria!
CUENTOS EN VERSO PARA NIÑOS PERVERSOS 2 (Roald Dahl).
LOS TRES CERDITOS
El animal mejor que yo recuerdo
es, con mucho y sin duda alguna, el cerdo.
El cerdo es bestia lista, es bestia amable,
es bestia noble, hermosa y agradable.
Mas, como en toda regla hay excepción,
también hay algún cerdo tontorrón.
Dígame usted si no: ¿qué pensaría
si, paseando por el bosque un día,
topara con un cerdo que trabaja
haciéndose una gran casa... de PAJA?
El Lobo, que esto vio, pensó: Ese idiota
debe de estar fatal de la pelota...
¡Cerdito, por favor, déjame entrar! .
¡Ay no, que eres el Lobo, eso ni hablar!
¡Pues soplaré con más fuerza que el viento
y aplastaré tu casa en un momento!
Y por más que rezó la criatura
el lobo destruyó su arquitectura.
¡Qué afortunado soy! ‑pensó el bribón.
¡Veo la vida de color jamón!
Porque de aquel cerdito, al fin y al cabo,
ni se salvó el hogar ni quedó el rabo.
es, con mucho y sin duda alguna, el cerdo.
El cerdo es bestia lista, es bestia amable,
es bestia noble, hermosa y agradable.
Mas, como en toda regla hay excepción,
también hay algún cerdo tontorrón.
Dígame usted si no: ¿qué pensaría
si, paseando por el bosque un día,
topara con un cerdo que trabaja
haciéndose una gran casa... de PAJA?
El Lobo, que esto vio, pensó: Ese idiota
debe de estar fatal de la pelota...
¡Cerdito, por favor, déjame entrar! .
¡Ay no, que eres el Lobo, eso ni hablar!
¡Pues soplaré con más fuerza que el viento
y aplastaré tu casa en un momento!
Y por más que rezó la criatura
el lobo destruyó su arquitectura.
¡Qué afortunado soy! ‑pensó el bribón.
¡Veo la vida de color jamón!
Porque de aquel cerdito, al fin y al cabo,
ni se salvó el hogar ni quedó el rabo.
El Lobo siguió dando su paseo,
pero un rato después gritó: ¿Qué veo?
¡Otro lechón adicto al bricolaje
haciéndose una casa... de RAMAJE!
¡Cerdito, por favor, déjame entrar!
¡Ay no, que eres el Lobo, eso ni hablar!
¡Pues soplaré con más fuerza que el viento
y aplastaré tu casa en un momento!
Farfulló el Lobo: ¡Ya verás, lechón!
y se lanzó a soplar como un tifón.
El cerdo gritó: ¡No hace tanto rato
que te has desayunado! Hagamos un trato.
El Lobo dijo: ¡Harás lo que yo diga!
Y pronto estuvo el cerdo en su barriga.
No ha sido mal almuerzo el que hemos hecho,
pero aún no estoy del todo satisfecho,
‑se dijo el Lobo‑. No me importaría
comerme otro cochino a mediodía.
De modo que, con paso subrepticio,
la fiera se acercó hasta otro edificio
en cuyo comedor otro marrano
trataba de ocultarse del villano.
La diferencia estaba en que el tercero,
de los tres era el menos majadero
y que, por si las moscas, el muy pillo
se había hecho la casa... ¡de LADRILLO!
¡Conmigo no podrás!, exclamó el cerdo.
¡Tú debes de pensar que yo soy lerdo!
‑le dijo el Lobo‑. ¡No habrá quien impida
que tumbe de un soplido tu guarida!
Nunca podrás soplar lo suficiente
para arruinar mansión tan resistente,
le contestó el cochino con razón,
pues resistió la casa el ventarrón.
Si no la puedo hacer volar soplando,
la volaré con pólvora... y andando,
dijo la bestia, y el lechón sagaz
que aquello oyó, chilló: ¡Serás capaz!
y, lleno de zozobra y de congoja,
un número marcó: ¿Familia Roja? .
¡Aló! ¿Quién llama? ‑le contestó ella‑.
¡Guarrete! ¿Cómo estás? Yo aquí, tan bella
como acostumbro, ¿y tú? Caperu, escucha.
Ven aquí en cuanto salgas de la ducha.
¿Qué pasa?, preguntó Caperucita.
Que el Lobo quiere darme dinamita,
y como tú de Lobos sabes mucho,
quizá puedas dejarle sin cartuchos.
¡Querido marranín, porquete guapo!
Estaba proyectando irme de trapos,
así que, aunque me da cierta pereza,
iré en cuanto me seque la cabeza.
pero un rato después gritó: ¿Qué veo?
¡Otro lechón adicto al bricolaje
haciéndose una casa... de RAMAJE!
¡Cerdito, por favor, déjame entrar!
¡Ay no, que eres el Lobo, eso ni hablar!
¡Pues soplaré con más fuerza que el viento
y aplastaré tu casa en un momento!
Farfulló el Lobo: ¡Ya verás, lechón!
y se lanzó a soplar como un tifón.
El cerdo gritó: ¡No hace tanto rato
que te has desayunado! Hagamos un trato.
El Lobo dijo: ¡Harás lo que yo diga!
Y pronto estuvo el cerdo en su barriga.
No ha sido mal almuerzo el que hemos hecho,
pero aún no estoy del todo satisfecho,
‑se dijo el Lobo‑. No me importaría
comerme otro cochino a mediodía.
De modo que, con paso subrepticio,
la fiera se acercó hasta otro edificio
en cuyo comedor otro marrano
trataba de ocultarse del villano.
La diferencia estaba en que el tercero,
de los tres era el menos majadero
y que, por si las moscas, el muy pillo
se había hecho la casa... ¡de LADRILLO!
¡Conmigo no podrás!, exclamó el cerdo.
¡Tú debes de pensar que yo soy lerdo!
‑le dijo el Lobo‑. ¡No habrá quien impida
que tumbe de un soplido tu guarida!
Nunca podrás soplar lo suficiente
para arruinar mansión tan resistente,
le contestó el cochino con razón,
pues resistió la casa el ventarrón.
Si no la puedo hacer volar soplando,
la volaré con pólvora... y andando,
dijo la bestia, y el lechón sagaz
que aquello oyó, chilló: ¡Serás capaz!
y, lleno de zozobra y de congoja,
un número marcó: ¿Familia Roja? .
¡Aló! ¿Quién llama? ‑le contestó ella‑.
¡Guarrete! ¿Cómo estás? Yo aquí, tan bella
como acostumbro, ¿y tú? Caperu, escucha.
Ven aquí en cuanto salgas de la ducha.
¿Qué pasa?, preguntó Caperucita.
Que el Lobo quiere darme dinamita,
y como tú de Lobos sabes mucho,
quizá puedas dejarle sin cartuchos.
¡Querido marranín, porquete guapo!
Estaba proyectando irme de trapos,
así que, aunque me da cierta pereza,
iré en cuanto me seque la cabeza.
Poco después, Caperu atravesaba
el bosque de este cuento.
El Lobo estaba en medio del camino, con los dientes
brillando cual puñales relucientes
los ojos como brasas encendidas,
todo él lleno de impulsos homicidas.
Pero Caperucita ‑ahora de pie
volvió a sacarse el arma del corsé
y alcanzó al Lobo en punto tan vital
que la lesión le resultó fatal.
El cerdo, que observaba ojo avizor,
gritó: ¡Caperucita es la mejor!
el bosque de este cuento.
El Lobo estaba en medio del camino, con los dientes
brillando cual puñales relucientes
los ojos como brasas encendidas,
todo él lleno de impulsos homicidas.
Pero Caperucita ‑ahora de pie
volvió a sacarse el arma del corsé
y alcanzó al Lobo en punto tan vital
que la lesión le resultó fatal.
El cerdo, que observaba ojo avizor,
gritó: ¡Caperucita es la mejor!
¡Ay, puerco ingenuo! Tu pecado fue
fiarte de la chica del corsé.
Porque Caperu luce últimamente
no sólo dos pellizas imponentes
de Lobo, sino un maletín de mano
hecho con la mejor... ¡PIEL DE MARRANO!
fiarte de la chica del corsé.
Porque Caperu luce últimamente
no sólo dos pellizas imponentes
de Lobo, sino un maletín de mano
hecho con la mejor... ¡PIEL DE MARRANO!
CUENTOS EN VERSO PARA NIÑOS PERVERSOS 1 (Roald Dahl).
CAPERUCITA ROJA Y EL LOBO.
Estando una mañana haciendo el bobo,
le entró un hambre espantosa al Señor Lobo,
así que, para echarse algo a la muela,
se fue corriendo a casa de la Abuela.
"¿Puedo pasar, Señora?", preguntó.
La pobre anciana, al verlo, se asustó
pensando "¡Este me come de un bocado!".
Y, claro, no se había equivocado:
se convirtió la Abuela en alimento
en menos tiempo del que aquí te cuento.
Lo malo es que era flaca y tan huesuda
que al Lobo no le fue de gran ayuda:
"Sigo teniendo un hambre aterradora"...
¡Tendré que merendarme otra señora!"
Y, al no encontrar ninguna en la nevera,
gruñó con impaciencia aquella fiera:
"¡Esperaré sentado hasta que vuelva
Caperucita Roja de la Selva!"
-Que así llamaba al bosque la alimaña,
creyéndose en Brasil y no en España-.
Y porque no se viera su fiereza,
se disfrazó de abuela con presteza,
se dio laca en las uñas y en el pelo,
se puso la gran falda gris de vuelo,
zapatos, sombrerito, una chaqueta
y se sentó en espera de la nieta.
Llegó por fin Caperu a mediodía
y dijo: "¿Cómo estás abuela mía?
Por cierto,¡me impresionan tus orejas!"
"Para mejor oírte, que las viejas
somos un poco sordas". "¡Abuelita,
qué ojos tan grandes tienes!". "Claro, hijita,
son las lentillas nuevas que me ha puesto,
para que pueda verte, Don Ernesto
el oculista", dijo el animal
mirando con gesto angelical
mientras se le ocurría que la chica
iba a saberle mil veces más rica
que el rancho precedente. De repente
Caperucita dijo: "¡Que imponente
abrigo de piel llevas este invierno!"
El Lobo, estupefacto, dijo: "¡Un cuerno!
O no sabes el cuento o tú me mientes:
¡Ahora te toca hablarme de mis dientes!
¿Me estás tomando el pelo...? Oye, mocosa,
te comeré ahora mismo y a otra cosa".
Pero ella se sentó en un canapé
y se sacó un revolver del corsé,
con calma apuntó bien a la cabeza
y -¡pam!- allí cayó la buena pieza
le entró un hambre espantosa al Señor Lobo,
así que, para echarse algo a la muela,
se fue corriendo a casa de la Abuela.
"¿Puedo pasar, Señora?", preguntó.
La pobre anciana, al verlo, se asustó
pensando "¡Este me come de un bocado!".
Y, claro, no se había equivocado:
se convirtió la Abuela en alimento
en menos tiempo del que aquí te cuento.
Lo malo es que era flaca y tan huesuda
que al Lobo no le fue de gran ayuda:
"Sigo teniendo un hambre aterradora"...
¡Tendré que merendarme otra señora!"
Y, al no encontrar ninguna en la nevera,
gruñó con impaciencia aquella fiera:
"¡Esperaré sentado hasta que vuelva
Caperucita Roja de la Selva!"
-Que así llamaba al bosque la alimaña,
creyéndose en Brasil y no en España-.
Y porque no se viera su fiereza,
se disfrazó de abuela con presteza,
se dio laca en las uñas y en el pelo,
se puso la gran falda gris de vuelo,
zapatos, sombrerito, una chaqueta
y se sentó en espera de la nieta.
Llegó por fin Caperu a mediodía
y dijo: "¿Cómo estás abuela mía?
Por cierto,¡me impresionan tus orejas!"
"Para mejor oírte, que las viejas
somos un poco sordas". "¡Abuelita,
qué ojos tan grandes tienes!". "Claro, hijita,
son las lentillas nuevas que me ha puesto,
para que pueda verte, Don Ernesto
el oculista", dijo el animal
mirando con gesto angelical
mientras se le ocurría que la chica
iba a saberle mil veces más rica
que el rancho precedente. De repente
Caperucita dijo: "¡Que imponente
abrigo de piel llevas este invierno!"
El Lobo, estupefacto, dijo: "¡Un cuerno!
O no sabes el cuento o tú me mientes:
¡Ahora te toca hablarme de mis dientes!
¿Me estás tomando el pelo...? Oye, mocosa,
te comeré ahora mismo y a otra cosa".
Pero ella se sentó en un canapé
y se sacó un revolver del corsé,
con calma apuntó bien a la cabeza
y -¡pam!- allí cayó la buena pieza
Al poco tiempo vi a Caperucita
cruzando por el Bosque...¡Pobrecita!
¿Sabéis lo que llevaba la infeliz?
Pues nada menos que un sobrepelliz
que a mí me pareció de piel de un lobo
que estuvo una mañana haciendo el bobo.
cruzando por el Bosque...¡Pobrecita!
¿Sabéis lo que llevaba la infeliz?
Pues nada menos que un sobrepelliz
que a mí me pareció de piel de un lobo
que estuvo una mañana haciendo el bobo.
YO CREÍA EN UN AMOR UTÓPICO
Yo creía en un amor utópico,
corto, evanescente,
amor de un día, de un mes,
de un año, de una década
de lo que dura una pila alcalina,
un amor que siempre se va
y que muy pocas veces, vuelve.
Mi concepto de amor, era y es así,
transitorio,
ligero como un suspiro,
con etapas pero con un solo objetivo...
seguir queriendo
y con más intensidad, si cabe
y hasta reventar...
Pero ahora me he quedado sin argumentos
ahora me falta mi compañera de viaje
y no me entendáis mal,
no estoy llorando y rogando,
tengo muy claro
que en temas de amor,
no hay que ser llorón y pedigüeño,
el tema del amor es de aparición súbita
y repentina,
una mañana te levantas
y a la vuelta de la esquina,
está el amor,
está el amor esperándote
o no y porque a veces asoma la cabeza
y al ver lo que hay
simplemente se esconde
y eso te hace pensar que...
habrá otro momento
y puede ser en otra esquina
o en otra calle
o en una estación de tren,
o mismo puede ser hoy que mañana,
pero en mi caso que se de prisa,
estoy entrando en esa zona prohibida para escenas de amor apasionado
poco a poco se me aflojan los tornillos,
se me descoyuntan las articulaciones
y los dolores de huesos se hacen insoportables
y antes de que me quede sin dientes,
quiero dar un beso con lengua y con dientes
y escuchar un "te quiero"...
después de ello,
ya me puedo decir
¡objetivo cumplido!.
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ME ABURRO POR AQUÍ, ME ABURRO POR ALLÁ...
Me aburro por aquí, me aburro por allá, haciendo esto o lo otro me aburro igualmente. O sea me aburro por los cuatro costados y me siento ...

-
Yo tenía cinco años. La maestra escribió en la pizarra: "Todos los hombres son mortales". Sentí un enorme alivio, un gran regocijo...