Miércoles 17 de enero y día de sant Antoni, entre otras cosas, patrón de Menorca. Por tanto aquí, es festivo local. Hoy bendicen a los animales y yo fuí a ello y me puse en la cola, pero no coló. Y mira que soy un animal de arriba abajo, pero no pasé el proceso de selección. Mira que eres un animal, me dijeron 1.000 veces por la vida y yo al final, entendía que lo era o que lo era parcialmente. Yo más bien me defino como un animal con sentimientos. Es decir, soy bruto y rudo, tengo aristas y muchas cosas mías, pero tembién soy un sentido, tengo mis sentimientos y los reivindico como parte de mi ser. No soy un ser despiadado carente de sentimientos. Me duelen las cosas, las siento, las noto y las padezco o disfruto. Tiendo más a disfrutarlas que a lo contrario. Soy disfrutón y me encanta paladear su sabor. No sé como decirlo de la forma más sencilla: me encanta la vida y en todas sus formas y circunstancias. Dicen que de lo malo y peor se aprende mucho más que de lo bueno. No quiero caer en el terreno empalagoso de que todo es bonito y porque no y porque sigue habiendo guerras y hambrunas y explotación de unos sobre otros y la igualdad entre personas nos queda muy lejos. Sigue habiendo clases sociales, desigualdad entre hombres y mujeres, miseria en el tercer mundo.
Yo tuve la suerte de haber nacido en europa y en españa en concreto. Reconozco que soy un puto privilegiado, pero eso no quita que no pueda ver las desigualdades sociales y culturales y la explotación de un mundo sobre el otro. No hace falta ser un muerto de hambre para saber lo que es el hambre. Ni ser mujer para entender que vivimos dentro de un mundo machista. Observando también se aprende y empatizando y metiéndote en la piel del otro. Hay que ver el mundo desde el otro lado de la película y así podrás comprender, por lo menos parcialmente, que el mundo está mal repartido y que yo he nacido en el lado bueno de la misma película.
Nací siendo un privilegiado. Fuí a colegio de pago. Pude estudiar medicina en la universidad. Pude tener la sensación de poder veranear cerca de una hermosa playa y llevarme todos los recuerdos de esos veranos al almacén de mis mejores recuerdos vitales. Veranear para mí, era libertad casi límites, era bicicleta todo el día, era jugar al fútbol sobre la arena mojada y tener el placer de ver los mejores atardeceres que he tenido en mi vida. Recuerdo ponerse el sol sobre mis queridas islas cíes, mientras alguien me acariciaba la espalda o los brazos o las manos. De esa época tengo tantos recuerdos buenos, que por mucho esfuerzo que haga, nunca los sabré narrar con toda su justicia. Siempre me quedarán flecos, puntos y comas, momentos y sensaciones que con el paso de los años, se han quedado más cortas o simplemente han desaparecido y lo sé, porque de vez en cuando vuelven y solo vuelven ante determinado olor, vista o tacto y después de nuevo, vuelven a desaparecer. Pero así es la magia que tienen las mejores vivencias. A veces uno no recuerda su cara pero si recuerda el olor de su pelo o el tacto de su piel, aunque para mí, una cara es muy difícil de ser olvidada. Me olvido más de la ropa que llevaba que del encanto de su sonrisa.

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