Casa sola (Tomás Sánchez Santiago)


Son con el verano
los síntomas primeros de soledad:
desarropadas perchas, estantes saqueados,
salas vacías de luz
donde hubo vida
y ya solo hay misterio, pureza
ilimitada
como único ropaje donde se deposita
la última claridad de estos crepúsculos.
Serán largas las noches, sin afán
ni deseos, hechas por el contrario de una larga
carencia y pobladas
de una congoja hostil –quizás el miedo–
que deja un rastro sucio de sudores
en el hilo encalado de la almohada.
¿Será la vida así,
un perpetuo miedo, y nosotros
tan solo
el lento abatimiento
que vive en los espejos de esta casa
tan sola...?.






















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