AQUELLOS BOCATAS...

 8 y media de la tarde noche y me pongo en plan modo durmiente, que no dormido. Quiero decir que a partir de ahora y hasta las 10 y media, que es la hora en la que me acuesto en mis aposentos, entro en modo silencio y tranquilidad respetable. Es decir, lo que vaya surgiendo de aquí a las 10 y media de la noche, quedará en suspenso y ya mañana se resolverá y si mañana no se resuelve, pues dios ya proveerá. Y a tomar por culo. Yo cuido el entorno de mis dulces sueños y si hace falta pongo alfombras de flores para que el insomnio no se despierte dentro de su tumba inmunda. He aprendido a controlar el insomnio, pero también sé que es una fiera dormida que cualquier día de estos, se puede volver a despertar y entonces sé que me volverá a devorar. Como decía el otro...no tentemos al demonio y es que sólo hablar de insomnio, me entran escalofríos de temor y miedo. Por tanto, no voy hablar más del insomnio...y solo hay que reconocer que es un puto monstruo que siempre está acechando en el lado oscuro. Esto lo escribía el Martes día 6 de agosto.

Hoy estamos a Jueves y día 8 de Agosto y son las 5 de la tarde y sigue haciendo un calor de mil pares de cojones. Creo que estamos en la puta cresta de ésta ola de calor insoportable. Calor y sopor, sudor y sueños de agradecida y fría lluvia, que para mi desgracia, duran demasiado poco y cuando te das cuenta lo que corre por tu frente no son gotas de rica lluvia, sino que son gotas espesas y pegajosas de asqueroso sudor... que si las dejo seguir a su libre albedrío, hacen en el suelo regueros y ríos de sudor. Sudemos hermanos, diría el cura metiendo sus manos en sus asquerosos sobacos. Como aquél bar de bocadillos de mi Santiago de Compostela (cuando ejercía de estudiante de medicina), donde se apilaban los más variados bocadillos entre olores de fritanga de aceite recalentado un millón de veces y entre esa grasa acumulada en espesas capas con tacto de costra resbaladiza y algo espumosa y babosilla. 

Pues el tío de los bocatas y por el puto calor del verano, llevaba dos inmensos mapamundis de sudor en sus sobacos y tenía la puta manía que cuando te preguntaba de que coño querías el bocata, se llevaba cada una de sus manos al sobaco contrario y después las rebozaba en su pestilente sudor en capas y sin más ni menos, se ponía a la faena de hacerte el bocata. Cogía el pan con sus pezuñas de cerdo seboso, después cogía el queso medio derretido, el beicon y todo lo barnizaba con esa caspa de sudor añadido, que le daba un sabor tan especial. Yo creo que aquellos bocatas, aparte de ser los más baratos de Santiago, tenían ese sello tan característico con ese toque a sudor de sobaco reseso fermentado en barrica de roble (como el buen vino) y por eso estaban tan ricos. Por eso y no por otra cosa. Yo ahora, cogería el puto bocata medio sudado y directamente se lo metería por el culo y sin mediar vaselina por el medio. Y después se lo sacaría de su puto culo sudado y se lo daría de comer sin más preámbulos (a veces, se me va la pinza).

Pero de aquellas había hambre de estudiante y jalabas lo que fuera. Porque mira que comíamos en sitios mierda y porque a partir del día 15 de cada mes, ya estabas a dos velas y entonces, empezabas a soñar con que fuera el día 1 del siguiente mes. 15 días de penurias y todo el tiempo entreteniendo el hambre y tachando días del calendario. Y por eso cuando juntabas y como podías para un bocata, ibas directamente al bar de los bocatas más baratos y más sudados de mi querido Santiago de Compostela.


 




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