EL OLOR A INCIENSO


Y mira que en el día de hoy, debía estar de procesiones y porque ahora me llega el olor a incienso y eso me pone y me pone como una moto. Me entran ganas de vestirme de capirucho y de hacerme una larga toga con la colcha de mi cama o con la misma cortina de la cocina. Y es que el olor a incienso, es como la llamada de la selva y me siento como Tarzán fuera de la selva y en busca de su mona Chita. Y yo tengo muchos recuerdos de la Semana Santa... y todos son malos y horribles y todos son profundamente oscuros y siniestros...y me acuerdo que llovía siempre y que las calles reflejaban las luces de las farolas y como salidos de una profunda boca, salían las procesiones y con un gran santo bajo palio y detrás, las putas autoridades y detrás de ellas, mogollones de capiruchos y más detrás, iban los más colgados: los que andaban de rodillas, los que se daban de latigazos, los lisiados que rogaban un milagro...
A mi siempre me pareció el paso de la muerte y porque todo olía a muerte e incienso y si a maldito incienso...y ese olor aún me llega a día de hoy. Y me acuerdo de aquellas tardes de Semana Santa y como si fuera ahora en que se cerraba todo a cal y canto y ni cine y ni salón de juegos y ni siquiera una cafetería y porque en la procesión teníamos que ir todos y sino íbamos, pagábamos con nuestra penitencia de pecadores...y claro y que remedio, tocaba ver los procesiones y porque era en el único sitio donde había gente, gente siniestra, pero gente al fin y al cabo.
A mis 12 o 14 años y que Semanas Santas más jodidas, bueno y así fue, hasta que descubrí que no estaba prohibido ir de acampada y porque desde ese momento se me abrieron los cielos y se cerraron los infiernos y cuando llegaba Semana Santa yo estaba de acampada y si me preguntaban mis padres ¿porque me iba?, decía que era porque necesitaba meditar en las oscuridades de los pinares y muy cerca de mi querido mar...y porque en el fondo a ellos les daba igual y si así, me quitaban del medio 5 días, mejor para ellos y por supuesto, para mí. Tampoco eran mucho de procesiones, eran y no eran o sea cara afuera, eran y cara adentro, no lo eran...pero creo que en éste aspecto les fue muy bien con el eran y el no eran. Yo no, yo pronto aprendí que mis mejores procesiones eran de noche y alrededor de una preciosa hoguera y el dejarme llevar por la profundidad de mis pensamientos, que supongo que serían como los que tengo ahora, sólo que de aquellas carecía de intérprete que me leyera los labios.



















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