LA DIGNIDAD

 La dignidad mal entendida, es tener la capacidad de sentirte bien después de hacer lo contrario de lo que ibas hacer. La bien entendida, no. La bien entendida, es más consecuente y te hace sentirte bien cuando lo haces bien y según lo pensado y planificado. Después, hay la dignidad del indigno, el cual se siente satisfecho dentro de su indignidad de cloaca. Bueno, también está el imbécil de turno, el atontado descerebrado, el amorfo sin escrúpulos, el cabrón de mierda, el envidioso caballero don dinero, el don nadie pretencioso, el que te vende por un plato de lentejas, el serpiente de lengua bífida, el que si puede te revienta el culo y las amigdalas, el tiburón de todo lo ajeno, el que se mete en tu casa y la hace suya, el revienta planes e historias, el pupitas al que le duele todo y más y el que se cree ombligo y centro del universo... En fin hay de todo en la viña del señor. Hay fauna muy variada y especímenes raros que se expanden como objetos incómodos y contaminados. De los anteriormente mencionados, ninguno está en peligro de extinción, pues el calentamiento global que padecemos, los ayuda a crecer en número, insistencia y consistencia.

La dignidad es un valor añadido que se nace con él, pero que después con el paso del tiempo, hay que saber cuidar y desarrollar. Estamos obligados a cuidar con especial mimo y buenos cuidados ese bien tan humanamente humano. Todos deberíamos tener un jardín de dignidad en casa, en la terraza, en el patio, en la parcela o en el mismo sótano si no quedara otro remedio. Si flaqueas en dignidad por el motivo que sea, siempre tendrás una reserva en casa y para no sufrir las consecuencias de tus carencias de dignidad. Todos los días hay que vestirse dignamente y desde la cabeza a los pies y verse con dignidad ante el espejo y salir a la calle con la vista al frente y el paso seguro y sin titubear en cada paso que vas dando. Si alguien tiene que temblar...que tiemblen los demás, por lo menos, así se debería empezar el día, porque está claro que aún te queda todo el resto del día para todo lo demás, para temblar, para llorar, para cagar, para gritar, para sonreír o para amar.

Y por último, igual que hay que vivir dignamente, se debe morir dignamente. Y por cierto se puede morir dignamente estando más solo que la una. Vamos a ver, no hace falta tener un funeral en un campo de fútbol lleno hasta la bandera, ni que desfilen tropas militares en tu entierro y saludando a una bandera, ni que todo dios llore a moco tendido...llega, con que alguien lo sienta y lo celebre contigo. Llega con decir: ¡nos veremos en el infierno!. Y con eso, ya está dicho todo.


 




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