De poco nos sirve todo
si no aprendemos a decir, no.
Yo una vez dije , no
y se me aparecieron los muertos olvidados
en las cunetas de la guerra.
Otra vez volví
a decir que, no
y me saltaron las lágrimas
de pura emoción desatada.
Desde esas me controlo
y ahora digo, no,
sin alzar la voz,
me siento inaudible,
soy susurro, por fuera
pero por dentro,
soy torrente de agua pura y cristalina.
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