Sinceramente, en otoño yo estoy feliz. Ir a pescar (ahora voy en mi imaginación), ir a pasear, ir a por setas, ir a por leña, encender la leña, aromas alucinantes y penetrantes. Yo en otoño estoy feliz y por mí y si estuviera en el gobierno, haría un decreto ley y declararía todo el año como otoñal. Bueno de vez en cuando, alargaría los días, pero dejaría como están sus portentosas mareas bravas y vivas y mantendría su luz tangencial, suave y tierna. Colores otoñales, colores que van del marrón hasta el verde y pasando por todas sus tonalidades. Me gusta y me entusiasma su tono vital, entre apagado y encendido o como suspendido en una nube llena de claroscuros. Me gusta su lluvia, sus campos, sus bosques, su mar...sí, su mar...es como si el mar se purgara después de tanto verano agresivo y así, vomitara toda la mierda de guiri que ha agredido sus aguas o mejor dicho, de millones de guiris bañados en sus cristalinas aguas.
El otoño está hecho para triunfar, está hecho para el que quiere triunfar en silencio, sin hacer ruido mediático, sin destacar por encima de los demás...y solo destacar por sus propios méritos, destacar por escribir sus mejores poemas, en fin, destacar sin perder la condición de persona y de hombre o mujer. Hay que ser lo que un quiere ser y el otoño es ideal para ello: te muda la piel y se te queda más tierna y suave, te cae el pelo y te empieza a salir pelusilla de culo de niño recién nacido, en fin, que se te renueva todo y por eso me supongo, que hasta las ideas se te renuevan y se te hacen bellas, sinceras, espléndidas y maravillosas.
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