Y entonces llegó la lluvia,
alguien con sus dedos de agua golpeaba sobre el tejado
mientras goteaba el tiempo como un témpano de hielo
y con más pena que gloria,
nos mojamos aquella tarde de verano,
llovía de lado y por los costados,
llovía hacia arriba y hacia abajo,
llovían los días y las noches
y a un ritmo frenético,
mientras tanto
seguía lloviendo
y hasta el vecino de enfrente
se puso a cubierto
y hasta que llegó la noche
no pudimos decirnos algo
era tal el telón de lluvia y agua,
que por respeto a esa belleza que nos brindaba la vida,
los dos nos quedamos en el más absoluto silencio.
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