Mi caos ya no da más de sí y solo me trae más caos y al final, mi vida se va convirtiendo en un arma de destrucción masiva o por lo menos, así lo percibo. Ahora funciono a salto de mata y tengo un problema delante y como no es el momento que toca, pues lo aplazo para otro momento en que esté más receptivo. Y eso funciona durante un tiempo, pero deja de hacerlo, en cuanto van desapareciendo los momentos receptivos y entonces, todo se convierte en aplazamientos. Es decir, sin darte cuenta los borras del mapa, pero los problemas crecen como crecen los árboles que tienes delante de tu ventana y llega un momento, que esos árboles ya no te dejan ver el bosque.
O sea que ahora, estoy en un momento en que en mi caos todo es error y es error acumulado. Por tanto tengo que implantarme un nuevo orden, un orden rígido en cuanto al hecho de que tiene que ser cumplido, un orden natural en cuanto tiene que respetar mi forma de ser y de estar y sobre todo un orden mínimo e imprescindible para que cada mañana sea un día mejor. Y dejaré unas cuantas horas para poder seguir disfrutando de mi caos natural, sin reloj, sin móvil, sin recados ni tareas pendientes y sin follar demasiado. Este último punto es el más fácil de cumplir, pues no follo ni demasiado ni poco, simplemente no follo nada.
Que pena tener que dejar mi caos natural de lado y verme obligado a tener que acotarlo a unas cuantas horas al día y tal y como si fuera una fiera enjaulado y en un zoo cualquiera (zoo, es de esos sitios donde me puedo morir de pena). Pero lo dicho, tengo que ser un buen chico y portarme debidamente. El debidamente que quede claro que lo establezco yo, yo solo, y que nadie se lleve a engaño, de que con esto del orden me vaya a convertir en gilipollas. Llevo un GPS incorporado y que mide mi grado de gilipollez y cuando llega a un límite determinado saltan las alarmas y entonces me suelta un calambrazo que me deja tieso. Métodos conductistas, que se llaman. Pero son métodos que para mí, funcionan desde tiempos a...
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