Entonces cuando te ves como ahora, o sea atrapado entre esos pensamientos sin salida, tu primer mecanismo es defensivo: y yo no tengo la culpa de lo que haga él, me digo. Después de un rato, cambian las tornas y ya empiezas a sentirte partícipe y en la tercera fase, ya te encuentras culpable de todo. Porque no estuve atento, porque no hablé antes con él y porqué pensé que el tema pasaría y ahora, me daría de hostias a mi mismo y solo porque él estuviera mejor y en otra situación. Y no pides más. ¡Joder!, ¿como se puede estimular a un chaval adolescente?, ¿como puedes recuperar su confianza?, ¿como puedes hacerle entender que lo que haga hoy tendrá su gran peso en su futuro?. Todo cuenta y cuentan las notas de ahora y cuentan para hacer una carrera determinada.
No sé, pero insisto que me siento culpable de toda ésta mierda. Quizá más adelante se arregle, quizá y que todo éste mogollón de pensamientos negativos ojalá se pudieran diluír en un vaso de agua, pero mientras tanto noto como la angustia se apodera de mi alma y todo y todo por sentirme culpable y esa culpabilidad ya no me la quita nada ni nadie.
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