HOMBRES, ¿SOMOS ARMAS DE DESTRUCCIÓN MASIVA?

 Hoy cayó en mis manos un más que interesante artículo y que habla de la violencia que en general ejercemos los hombres. Haré una especie de resumen e introduciré algunos comentarios propios y lo haré con muy buena letra.

Bueno, pues el artículo empieza con una serie de datos demoledores. En primer lugar, habla de las guerras y de las guerras sin distinciones, pues habla que si que muy bien que se intente llevar un control de armas nucleares o de armas químicas, pero que hay que tener en cuenta que las mayores matanzas fueron con armas, digamos que artesanales. Por ejemplo los 800.000 tutsis que murieron a golpe de machete o los 300.000 que lo hicieron en la batalla de Verdún y con armas totalmente convencionales. Y entonces la cruda realidad es que, desde la noche de los tiempos, el ser humano ha mostrado una increíble capacidad de matar y de hacerlo en masa y sostenidamente.

¿Y digo el ser humano?, el ser humano no. La práctica totalidad de éstas muertes tienen en común un hecho tan relevante como invisible en el debate público: que fueron varones los que los cometieron. La historia militar no deja lugar a ninguna duda: los ejércitos han estado formado por varones, que han sido los ejecutores casi en exclusiva de este tipo de violencia. Solo en el siglo XX, las víctimas de estos conflictos desencadenados y ejecutados por varones se cobraron la vida de entre 136 y 148 millones de personas.

Y en cuanto a los homicidios pasa lo mismo, pues desde 1985 hasta 2005, el 90% de los homicidios fueron cometidos por hombres y solo el 10% fueron mujeres. Los efectos de una cultura patriarcal dominada por varones son tan demoledores que pareciera que el mundo se libra una guerra (invisible, pero guerra) de varones contra mujeres. Y ya vamos sumando violencias y hasta en España y en cuanto a violencia doméstica, la probabilidad que tiene una mujer de morir a manos de su pareja es seis veces superior a la de un hombre.

La violencia sexual contra las mujeres es omnipresente y constituye uno de los capítulos más vergonzosos y más silenciados de la historia de los conflictos bélicos. La segunda Guerra mundial batió todos los récords de violencia sexual, especialmente contra las mujeres alemanas a medida que el ejército soviético se adentraba en Alemania (se calculan que fueron dos millones de mujeres violadas). Y hoy en día, la ONU calcula que en el Congo y en Ruanda, hubo 200.000 violaciones en cada país. Y en la antigua Yugoslavia se habla de entre 20.000 y 50.000 violaciones de mujeres.

No hace falta adentrarse en las sutilezas de la discriminación política, económica y social, en sí es un hecho muy revelador de la subordinación generalizada de la mujer: el nivel de violencia física contra las mujeres que hay en el mundo lo dice todo. Reconozcámoslo: los varones  son y somos el mayor arma de destrucción masiva que ha visto la historia de la humanidad. Podemos prohibir las armas cortas, las largas, las minas antipersona, las bombas de fósforo o de fragmentación, las armas bacteriológicas, químicas y nucleares, pero al final estaremos siempre en el mismo sitio: detrás de cada arma habrá un varón.

Y todos estos hechos están ahí  y son incontestables: los varones matan y se matan, mucho, y ejercen mucha violencia contra las mujeres. Sin embargo, el debate público sobre este hecho es inexistente. Antes que respuestas, este debate requiere preguntas, en realidad una sola pregunta: ¿son o somos los varones armas de destrucción masiva?. Cada uno que se mire en su propio espejo.


 




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