Ya pasaron las noches convulsas y el escribir durante 20 horas y levantarse a las 4 de la mañana y pensar que te vas a comer el día y era verdad, pues después me lo comía todo entero. Y esa sensación de que era muy pequeño el mundo y que yo era un gigante de mil cabezas. Sensación de que todo era fácil y sencillo y que no había nada que se escapara de mi poderoso radar de lunático. No sé, pero ahora creo que de aquellas, me sentía crecido y pletórico, desbordante de vida y apasionado y visceral, muy o quizá demasiado visceral, pues las cosas me salían de las entrañas y sin límites, ni cortapisas.Más tarde, me ajustaron mi medicación psiquiátrica y todo empezó a bajar de velocidad.
Creo que puedo decir que han sido casi los 2 años mejores de mi vida (aunque hubo algunos otros en mi vida que también fueron alucinantes), pues casi nunca llegué a sentirme así, así tan lleno de vida. Claro que por el camino fuí ganando "amigos", pues esa sinceridad aplastante me trajo infinidad de problemas. Y esto me resulta contradictorio, pues sé que me pasé varios pueblos y por otro lado sé que me liberé de tanta mierda acumulada. O sea que dije lo que nunca dije y todo lo que pensé, lo dije y lo que no pensé, pues también. Sensación de haberlo vomitado todo.
Pero llega un momento, como es éste, en que coges lo positivo de esa etapa y te quedas con ello, pero empiezas a tener la sensación de que esa etapa ha cumplido su papel y lógicamente tiene que venir otra etapa nueva y porque ese ritmo no hay ser humano que lo aguantara, ni un ser humano, ni ningún ser vivo. Es momento de reflexión después de la batalla y de comprobar las bajas enemigas y ver que amigos siguen a tu lado y también es época de meter mi mano por la boca y sacarme el estómago y así ver todo lo que me he comido y limpiar y fregar y volver a colocar el estómago en su sitio. Ahora en todo este proceso hay algo irrenunciable, que pase lo que pase quiero seguir disfrutando de la vida y ese en este mismo momento, es mi único principio.
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