Yo, que un día te quise siempre,
me encontré de repente,
que te quise sólo un día,
pero ese día te quise tanto,
que mi mandíbula se quedó cerrada a cal y canto.
Aún tengo el sello de tus dientes
en mis labios ardientes,
lo llevo como una marca maldita,
y para que ese día donde te quise tanto,
nunca jamás fuera olvidado.
Te quise tanto,
que me caí de bruces al suelo,
me levanté a medias y de rodillas caminé extenuado,
y caminé tanto y tanto,
que hasta me olvidé de que te estaba buscando.
Te quise con tanta pasión y entrega,
que me vacié entero,
y allí, en aquel cuarto,
y entre tu cuerpo y las sábanas
mi alma se quedó atrapada.
Ahora,
arrastro mi cuerpo por las esquinas,
y busco un lugar limpio y seguro,
para así curar las heridas con la pureza de mi saliva.
Ahora,
intento vaciarme de sentimientos y recuerdos,
y liberarme de las ataduras de tus caricias,
y de romper las cadenas invisibles que nos oprimían.
Por dentro, me duele el alma,
que noto como se descose poquito a poco,
y oigo sus gritos de auxilio y socorro.
Me duele el alma, es verdad,
pero me dolió tanto,
que ahora ya no siento nada,
sólo tengo la mano del vacío encima de la mía,
pero me queda el consuelo de pensar,
que yo un día te quise siempre...
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