UN PERRO VERDE

 Honestidad, ¡qué palabra tan rara!. Esa palabra ya no sé si está en el diccionario y por tanto mal uso y desuso. Ser honesto fue un valor en si mismo, pues antes se valoraba la honestidad en sí y se le daba el valor que realmente tiene. Ser honesto, ser sincero, ser creíble, ser buena persona, todo esos valores fueron aplastados por una apisonadora llamada sociedad. O acaso no nos acordamos cuando se valoraba como héroes a los yupis y a la ideología que representaban. O también cuando en épocas de vacas gordas mucha gente se hizo de oro vendiendo parcelas o pisos o apartamentos y después revendiéndolas a precio de oro y para comprarse unos baugas todoterreno que te cagas.

Pues toda éste mierda que yo digo, crea ideología. Y tanto que la creó, pues empezó a ganar puntos la apariencia y la ostentación de la riqueza del que ayer era un muerto de hambre. Y ser rico y sobre todo, ser rico y un buen explotador, era el sumun del ideal social de aquella, para mí, penosa época. De ahí vino una avalancha de todosterrenos a todo lujo, de chalets que parecían castillos mediavales y que demostraban el mal gusto que algunos tenían, motos de azlta cilindrada para los niños egocéntricos y mimados y desprecio para todo lo que significara cultura y ciencia. Le llamaron, la cultura del dinero y eso ya lo dice todo. Y claro en ese tipo de ideología no entraba para nada la palabra, honestidad. Eso era para los cuatro pringados que aún creían en películas ya pasadas de moda.

O sea que no solo estábamos en una crisis económica, sino y también, ante  una crisis social y cultural de altos vuelos que no tenía precedentes. Pero estas dos últimas vinieron antes de la crisis económica, pues llegaron en épocas de las vacas gordas o dicho de otro modo, vinieron con la cultura del dinero. Pero esto nadie lo dice, pues incluso los que presumen de llevar las riendas de la cultura, en esos tiempos estaban bañados de dinero y ahora solo se quejan de que están en crisis y porque no hay pasta por parte del Estado, pasta y que por supuesto, los subvencione y los unte convenientemente.

Si en éste país y en todos sus rincones, cuecen habas y hasta la SGAE, que es la que atesora la pasta de los impuestos de la música, se llenaron los bolsillos de dinero ajeno. Claro que si se junta el hambre con las ganas de comer, pues ya la hemos cagado del todo, porque si a una crisis económica como la que hubo, se le suma una política de Gobierno abominable hacia la cultura, pues el resultado está más que claro. Una mierda reseca. Y eso es en lo que se quedó nuestra política cultural. Hoy en día la palabra cultura casi carece de significado y dentro de poco, será tan rara como ver a un perro verde por la calle.




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