Cuando hacemos balance siempre tendemos a que pesen más los problemas que los buenos momentos. Es cuestión de apreciación y supongo que dependerá del momento en que te encuentres actualmente. Yo como ahora me encuentro bien, pues tiendo a que lo positivo salga a flote y que asome su cabeza, porque lo negativo ya se encargará sólo y por el mismo, de invadir mi cerebro, pero en éste preciso momento, mando yo y dejará entrar toda esa mierda solo cuando yo quiero. Es más fácil dejarse llevar por la negatividad de los malos recuerdos.
Lo justo sería encontrar el equilibrio, pero es es como pedir peras al olmo, pues la fibra del equilibrio es demasiada fina como para suspenderse en ella durante un tiempo. O sea, que andamos a bandazos, hoy estoy jodido y mañana me como al mundo o por la mañana me levanto como un toro y por la noche me acuesto derrotado. Y claro, el balance del día se hace difícil y engorroso y te ves obligado a desguazar el día, por la mañana estaba bien, por la tarde no tanto y por la noche, era una piltrafa de tío y cuando es así y el balance lo haces justo por la noche, es mejor usar el aplazamiento sano y entonces, mañana será otro día y mañana haré el balance del día de hoy. Pero eso sí, hay que hacerlo y porque sino de nuevo, harás del aplazamiento un puto vicio sin salida.

No hay comentarios:
Publicar un comentario