Lo malo del caso, es que a estos iluminados de turno le siguen cuatro ciegos más perdidos que ellos y que por desgracia a veces, son bastante más que cuatro y pueden ser miles o millones. Me refiero en este caso, a todos los que siguen la senda religiosa extrema y que por Dios o por Alá, se cargan a todo bicho viviente y tú que eres un simple mortal y que no te metes con nadie o no con mucha gente, te ves amenazado por no creer en los que ellos creen. Y aquí no es nada, no es nada comparado con África o Asia, donde la vida vale menos que un penique y donde proliferan como flores estos grupos de descerebrados.
La vida humana, debía ser sagrada y ese debía ser el único principio de nuestra existencia. Y no hay nada ni nadie que tenga el derecho de quitártela, en tal caso a si mismo y si opta por el suicidio, pues es una alternativa más entre muchas, pero la vida de los demás debería ser intocable. Pues no señor, estos señores son como pequeños dioses y por ese poder de decidir quién vive y quien muere y en su cerebro no caben más que una consigna, matar en nombre de su ídolo divino. Pero quién puede convencer a esa horda de matones, yo no y porque en cuanto abriera la boca ya tendría un tiro en la nuca.

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