A veces me duele el alma
por tanto decirte
¡te quiero!.
Quizás hubiera preferido
decirlo menos
y haberme quedado sin argumentos.
Pero me pueden las ganas
y el ansia de quererte
y al final,
prefiero más vestirme de ansia
que de pena lastimera.
Prefiero la ansiedad
que produce la utopía
que el conformismo
de la quietud de una noche sin luna.
Vosotros conocéis el poder que tienen la noches
y yo conozco el poder que tiene la luna.

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