UNA PROPUESTA..., UN TANTO UTÓPICA

 Al principio de la vida, uno abre los ojos y mira y tiene curiosidad por lo que oye, toca y siente. Después la curiosidad baja de grado y es cuando uno se supone que está en la etapa adulta o madura y entonces, oye y siente menos, tal y como si un caparazón nos envolviera. Por fin y tiempo después, llega la etapa de bajada y todo lo descrito aún baja más de intensidad y también se suma que el factor físico decrece y entonces, se forma un escudo que te separa claramente del resto de la gente, que en éste caso no es protector y porque más bien es aislante del mundo exterior. No protege, pero sí que aisla.

Bueno, éstas son las llamadas etapas normales de la vida y digo lo de normales, porque por suerte hay algunos, que se pasan éstas etapas, salvo la de la niñez, (que es común para todos), por el forro de sus abrigos y cuando están más limitados físicamente y porque son viejos pellejos, al mismo tiempo, son más niños que los recién nacidos (son niños grandes envejecidos). Y yo me incluyo en éste club de privilegiados y reivindico la vejez en el cuerpo pero con la mente de un niño. Reivindico la ilusión, revindico el aprendizaje, la risa, el llanto, reivindico el hacer el amor a la sombra de un pino y reivindico los juegos de todo tipo (bueno, los que pueda realizar como viejo pellejo).

O sea, lo que yo quiero, es combinar la madurez que da la experiencia, con la ilusión que nos queda dentro, es la combinación perfecta y aunque tengamos muchos factores en contra, que los tenemos, hay que reivindicarse de ésta manera. Ilusión y experiencia, experiencia e ilusión, dos cosas que no son contradictorias y al revés, que son complementarias y todo depende de nosotros, de si nos creemos lo que yo digo y de si estamos dispuestos a hacerlo. En el fondo, todo es cuestión de ponernos a ello y además ¿que tenemos que perder?. Quizá la tiranía de nuestros nietos y el sentirse como un florero antiguo y arrugado que adorna una esquina de la casa de uno de tus hijos. 



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