Ese invierno, yo seguía con mis flores cultivadas en mi cabeza, hasta que un reciente amigo empezó a comerme el coco: que si las libertades, que si los derechos sociales, que si la clase trabajadora..., y yo enganché el anzuelo rápido y como siempre que me meto en algo, me metí hasta el fondo y hasta las entrañas y así pronto estaba organizando paros, manifestaciones y asambleas. Sin apenas darme cuenta, ya estaba metido hasta las trancas y ahí aprendí a saber manejarme en ese submundo, que es la clandestinidad. Las reuniones eran de 3 o 4 personas, no más, por cuestiones de seguridad. Para llegar al sitio previamente concertado, había que cumplir una serie de normas, que estaban dentro del catálogo de la clandestinidad. Pasar por comercios con amplio ventanal y a través de su reflejo ver si alguien te seguía, pararse a atar un cordón del zapato y observar, dar unas cuantas vueltas a la manzana antes de entrar y por fin ver a las ventanas del piso de reunión, si las persianas estaban alzadas, era vía libre y si estaban bajadas, es que había un problema y había que acudir a la próxima cita en otro lugar ya concertado con anterioridad.
Esta película de ciencia-afición, se repetía en cada reunión. Esto le daba sabor a miedo pero tambien la daba emoción y ésta emoción siempre era más grande que la propia reunión. La salida, era de uno en uno, con espacios de cinco minutos y ya en la calle ya no nos concíamos en absoluto. Desde aquí, desde ésta célula clandestina, organizábamos todo: asambleas, pintadas, manifestaciones,...El resto del trabajo era transmitir órdenes a diestro y siniestro y hacer que se cumplieran. En mi Instituto, recuerdo las asambleas, los paros y demás protestas, que organizábamos.Recuerdo el día en que el Director del Instituto se puso a llorar en la clase, por tanto lío montado y allí mismo, delante de todos y con las lágrimas cayendo por sus mejillas, anunció su dimisión. A nosotros no nos dio mucha pena, no eran tiempos para penas y menos para lágrimas, eran tiempos de luchas y de reivindicaciones.
Al otro Director de Instituto, al anterior, que presumía de ser un tio muy rojo, pero que en clase era un cabrón, pues se reía, humillaba y ridiculizaba a todo dios, con esa prepotencia que sólo da el poder, aunque fuera un poder muy pequeñito. Así pues pronto empezó a circular una idea y pensamos en su Volswagen rojo, que él amaba tanto y un día y aún ahora no sé el porqué, el coche apareció en llamas y negro como un chamizo. No sé ¿a lo mejor por la noche le cayó un rayo?, pero el caso es que ardió. El pobre desgraciado prepotente y después de ésta, también acabó dimitiendo. En las asambleas programábamos las acciones y revueltas, una de ellas era conseguir que el autobús escolar fuera gratis, así que convocamos a todo el Instituto a subir en el mismo autobús oruga (los que son muy largos y en el medio llevan una especie de fuelle), lo hicimos en masa y dentro nos desplazamos a su parte trasera y todos al tiempo nos pusimos a saltar y claro el autobús hizo crak!, se partió en dos, por su punto más débil, por el fuelle. Despues de ésta nos quedamos sin bus, pero sin bus para nada, ni gratis ni pagando y así que nos pusimos a andar y esto si que era gratis.
En Vigo, en nuestra vida cotidiana, no todo era revolución. Nos daba tiempo a divertirnos y tambien a follar como cosacos. Esto último tenía su guasa, pues a la hora de organizar orgías ya no había ideologías. Nos juntábamos anarquistas, troskistas, comunistas y maoístas, todos en piña, en el campo o en la casa de cualquiera. Una vez presté mi casa de la playa, con entrada por la ventana (no iba a pedir a mis padres la casa, para follar a destajo) y a los cinco minutos, tirando a mucho, ya estaban todos chingando como brutos, yo empecé a agobiarme y a pensar como iba a quedar la casa despues de éste folleteo sin orden ni mesura. Yo veía bragas, calzonzillos y condones por todas las esquinas, así que en ese mismo instante decidí que a partir de ahora, me era mejor ir a follar a casa de los demás y nunca más en la mía.
Las clases tambien tenían su aquél, pusimos de moda en el Instituto, el quemar el pelo de un compañero. En esas épocas todos éramos unos asquerosos melenudos, por tanto siempre tenías a un melenas delante y la gracia, si la tenía, consistía en que el que estaba en el pupitre de delante y cuando se descuidaba, cogías el mechero y le quemabas la melena. De repente las llamas salían de su cabeza y rápidamente el susodicho agredido las apagaba. La clase quedaba con un olor apestoso a pelo quemado y entre la niebla que quedaba y un tío a medio pelo o medio calvo, la clase proseguía como si nada y hasta que a otro se le prendía de nuevo la cabeza. En éste Instituto se pusieron de moda, el sombrero y las gorras y hasta el llevar casco.
A los 16 años o sea un año después, la revolución ya ardía por mis venas y sólo pensaba en la lucha armada y como derrocar al poder y por supuesto en como instalarme en él. Así,que empecé a estar más incómodo en casa y para irme provoqué que el ambiente se hiciera irrespirable, para mi y mis padres. Llegaba a casa siempre tarde, hacía lo que me venía en gana y así las broncas fueron el plato de cada dia y claro, que llegó el momento esperado, una gran bronca, un portazo y asunto arreglado. Me fuí con mi orgullo a vivir a otro sitio, ya sabía a donde iba, todo estaba perfectamente planificado y pensado, y sin mirar atrás, me instalé en un piso junto a otros dos iluminados más. La vida transcurrió, pero hubo que hacer varios cambios. Al no tener pasta, no quedaba otra que ponerse a currar y lo primero era pasar a clase del Instituto nocturno, así podría currar por el día. Así lo hice y empecé currando en unos Astilleros. Aún se deben estar meando de risa los currantes, al ver a un chico fino, con cuerpo y manos de señorito en aquel tugurio lleno de ruidos metálicos y de un fuerte olor a soldadura.
Apenas duré dos meses. Entonces, me fui a otro curre, a una fábrica de gaseosas. Me tocó el peor curre, al ser el último en llegar, me tocó la cadena de producción. Esa que empieza a funcionar y sigue y sigue y sigue y es que no daban descanso ni para mear. Se me ocurrió, que la cosa tenía que cambiar y me puse a ello, intenté empezar a hablar con los compañeros proletarios, a quejarme de tanto currar, que no hay derecho, etc... A mi me llamaba la atención dos cosas, una que eran todos muy jóvenes y la otra que en cuanto les hablaba, se ponían a currar más. Hasta que un día ya se me apareció la Virgen, era viernes y para pasar el fin de semana en sus casas, vinieron los padres de los demás currantes, a recogerlos. Me olió chamusquina, y por fin cayó el telón y de repente me di cuenta que eran niños con discapacidad mental y convenientemente explotados y que para ellos era un favor del patrón que les diera un puesto de trabajo y claro, pagándoles una mierda. Así mis diatribas habían caído en saco roto. !Maldita sea su estampa!,el cabrón del patrón, no se conformaba con esclavizarnos en una cadena sin fin, si no que aquello ya era una explotación bestial, era el colmo del esclavismo. Entonces decidí, que esto del proletariado se lo dejaba para otros, más fuertes y aguerridos que yo, eso sí me hice la fuerte promesa de poner en mi lista de sitios pendientes de ser quemados, aquella fábrica de mierda. A partir de ese momento tenía muy claro lo que quería y sólo quería estudiar y el proletariado se los dejaba para otros.
En ésta fábrica aguanté cuatro meses más, se me hicieron cuesta arriba, pues la moral me quedó en los suelos. Despues ya me centré del todo en mis estudios y no dije nada a los demás, mi decisión ya estaba tomada. A tomar por culo todos los trabajadores del mundo y mi trabajo a partir de ahora sería, aparte de la revolución, el incar los codos con toda mi devoción... Y así hice, pero al no tener ingresos me quedé sin pasta, entonces tuve que plantearme el volver a mi casa. Para ello tuve que negociar con mis padres y quedamos en una cafetería para hablar de éste tema tan interesante. Yo creo, que yo lo hacía para intentar salbar mi orgullo, no porque creyera que se iba a cumplir lo pactado. En definitiva, quedamos en respetarnos mutuamente. Éste pacto duró muy poco, pues yo seguía con mi revolución y a veces me levantaba a las 4 de la mañana para ir a hacer pintadas, a tirar panfletos a las puertas de una fábrica o de un instituto. Dos o tres veces me pillaron mis padres ¡Menuda tontería! lo del pacto, ya anteriormente habíamos pasado la frontera del respeto y una vez que se cruza ya no hay vuelta atrás. Pero esto era lo que había. Así, que volví a mi casa con el rabo entre las piernas, pero en el fondo muy contento y con la esperanza de que llegara el momento de irme. y así fue, hubo una convocatoria y que tuve la suerte de poder aprovechar. Y así fue, como en Febrero aprobé y en marzo ya me trasladé a estudiar a Santiago.
En Santiago me tocó contactar con mis nuevos camaradas, a los cuales por supuesto no conocía de nada. Por tanto, tuve una cita clandestina en una cafetería. A la cual acudí con periódico doblado, tenía que ser un periódico raro, que no fuera común y que no llevara un estudiante normalmente, creo que fue el ABC. El tema era que quien tenía que contactar conmigo de alguna manera tenía que identificarme y de ahí que llevara un ABC y si aún así se tenía alguna duda, mi contacto me hacía una pregunta muy rara, por ejemplo: ¿Como se llama el perro de tú vecino? y yo tenía que dar la respuesta correcta, que era a su vez igual de extraña, yo respondía, "se llama me pica el culo" y tenía que ser ésta la respuesta.
Despues ya nos ibamos de la cafetería y ya concertábamos otra cita para la primera reunión en mi Santiago del alma. Que ilusión tenía y que alegría de poder estar allí, libre y a mi puta bola. Como llegué en el mes de Marzo a través de mi contacto revolucionario pude irme a vivir a un piso,en el que no conocía a nadie, pero al parecer eran todos fiables. Así, que un día me trasladé a mi nueva casa, tenía tres compañeros de piso y como llegué el último, me tocó la habitación que quedaba libre. Era una mierda de habitación, apenas cabía la cama, era interior, sin ninguna ventilación, pero era lo que había.
Mi llegada al piso, fue bien acogida por mis compañeros, era una solución para tener que pagar menos. A los pocos días, empezaron a venir chavalas, venían a darme la bienvenida y de paso darme un buen repaso. Resulta que me precedía la fama. Durante los dos últimos años en Vigo, se habían organizado muchas huelgas y manifestaciones de estudiantes y de todas y en gran parte se me hacía a mi responsable, en parte era cierto, pero seguro que no tanto. Ya se sabe que en esos momentos hacía falta crear líderes y victimas del franquismo. Y a mi de momento me tocó ser el primero, era el líder de los estudiantes de Vigo y ésta era la fama que me precedía. Hasta aquí sin problemas, después la mecha de que era un lider se encendió por muchos sitios y entonces empezó la fiesta, el paseo de tías fue un goteo constante. Yo, por mi parte no me opuse para nada, era el rey de la selva y aquello era una orgía perpetua. Me dejé querer todo lo que pude y yo andaba como flotando entre tetas y más tetas y durmiendo sobre las nubes. Después empezaron los exámenes finales y hubo que hincar los codos y ahora lo de follar ya era sólo de vez en cuando. Me puse como el gato con botas y encima aprobé mas´de la mitad de las asignaturas.
Prosiguió el verano sin muchos cambios, bueno sí, de nuevo volví a Vigo y a principios de Septiembre volví a Santiago. El 1 de Octubre de 1975 fue una fecha que llevo en el alma, nunca nunca se me olvidará el 1 de Octubre. Ese día me fuí con un amigo y compañero revolucionario, a matricularnos en la Facultad. Cogimos los papeles de las matrículas y nos fuimos a una nueva cita con nuestro contacto. La cita era en una plaza grande y nosotros quedamos en una esquina determinada y al lado de una cafetería muy conocida en Santiago. Pasaron los minutos y el tío no llegaba, empezamos a inquietarnos, ya no sabíamos lo que hacer, pues empezamos a preocuparnos. Para que pasara más rápido el tiempo, nos sentamos en un alfeifer de una ventana y nos pusimos a cubrir la matricula, entonces con los nervios no parábamos de ver hacia donde suponíamos que tenía que venir el tio y a continuación seguíamos rellenado la matrícula. Era una sucesión, de miradas ansiosas y de escribir a ratos. Estábamos tan atontados, que no nos reparamos que hacia donde mirábamos con tanta frecuencia, había dos policías nacionales. Y claro, de tanto mirar hacia ellos o eso pensaron, se fueron mosqueando y cruzaron la calle y empezó el baile. Como íbamos a una reunión clandestina, íbamos cargados de papeles y escritos y todos muy comprometidos. Así, cuando sacaron el primer papel raro, ya vino de inmediato una furgona con nosecuantos policías y pa dentro y a la Comisaría sin más preámbulos.
La llegada a la comisaría fue interesante y muy bonita. Los policías hicieron una especie de sardana e hicieron un círculo pero con nosotros en el medio. El primero te daba una buena hostia y llegabas al segundo, el segundo te la daba aún más fuerte y llegabas al tercero y así consecutivamente. Era una noria de hostias, un baile nuevo. Los policías se iban caléntando y ya no preguntaban nada, sólo estaban centrados en nuestras caras. Llegó un momento en que pararon un rato y me acuerdo que mi amigo quiso aprovechar éste momento y les dijo que por favor no le dieran en el ojo derecho, pues le habían operado del conducto lagrimal el día anterior. Empezó de nuevo el baile y ahora las hostias iban todas dirigidas al ojo de mi amigo, pronto aquello no era un ojo, era una tomatera. Cuando se cansaron de dar hostias, hubo uno que nos dió una pista de que iba aquello.
Resulta que era el día 1 de Octubre de 1975, como dije antes y ese día se inaguraron los GRAPO, los Grupo Revolucionarios Primero de Octubre, la A, no se muy lo que significa, puede ser Armados o puede ser Asesinos,los dos son igual de válidas. Los GRAPO acababan de cargarse a cinco policías nacionales en Madrid. Los policías estaban fuera de sí y les dio por pensar que nosotros éramos del Grapo. Despues nos tiraron en dos celdas asquerosas con una cama de cemento y una simple manta. Cada media hora se encargaban de venirnos a visitar, no para darnos más hostias, si no para que no pudiéramos descansar ni un sólo momento. Los de las hostias nos esperaban en el primer piso...
Desde que nos instalaron en la suite del hotel Palace o sea en la celda de castigo, ya cambiamos de manos, los policías Nacionales sólo venían a la celda a despertarnos a gritos e insultos y también para acompañarnos a subir al primer piso. Aquí ya había otros policías, estos iban de paisano (les llamábamos los secretas, de la policía secreta), al verlos de paisano, uno se relajaba un poco, ya no eran todo uniformes y te entraba una bana esperanza de que éstos nuevos policías, no te darían tantas hostias. Pero esto sólo fue un momento, pues pronto se te quitó la idea, de inmediato pusieron manos a la obra y empezó el interrogatorio. Este siempre se realizaba en un cuarto sin ventanas, para seguir sin tener referencias del día o de la noche . Con luz de interrogatorio de película, la luz de un flexo en tú cara. El tiempo en ellos transcurría despacio, muy despacio. Se empezaba haciendo la misma pregunta. Si ibas a cantar como una gallina. Si era no, como era, ya empezaba el poli malo, a descamisarse, a remangarse, a fruncir el ceño, en señal de cabreo y a frotarse las manos, en señal de ponerse las botas. A continuación, se iba el poli bueno y empazaba la fiesta, sin más preámbulos. Primero te calentaba la cara con unas buenas bofetadas (todo un detalle, por cierto), despues ya cerraba los puños, y tanto los cerraba que ya no le corría la sangre. Al principio el viaje del puño empezaba cerca de tú cara, despues empezaba lejos, el puño se levantaba, cogía carrerilla a su espalda y caía como una exhalación. Era un martillo pilón lo que te venía encima.
Cuando se cansaba fisicamente de dar hostias, digo fisicamente, pues mentalmente el seguiría hasta que la gallina cantara o pusiera un huevo, dejaba transcurrir unos minutos. Unos minutos en el que él empezaba a preparar el material para la siguiente función. Te enseñaba una pistola, una palangana, las esposas, etc..., todo muy despacito. Para que te enteraras de lo que iba a venir y si cabía una señal de miedo o de duda, si esta no la percibía, pasaba a la acción, para él tan deseada. Empezaba el baile de nuevo. Lo primero era ponerte la pistola en la sien, con fuerza para que el cañón se marcara en la piel. El apretaba el gatillo y la pistola se disparaba, tú ya te habías despedido de todo y dejabas tús bienes al perro del vecino. Hacías un somero repaso de tú paso por tú corta vida y ya despertabas de tú viaje astral. Estabas vivo y entero y claro después de semejante momento, notabas entre tús piernas el calor de tú propio meo y no sólo eso, el olor de la plasta que llevabas pegada a tú culo. Era magnífica ésta sensación nueva, cagarse y mearse todo a la vez, !que placer!, tanto me gustó esto, que sigo practicándolo por lo menos una vez a la semana. Como poco a poco te hacías con el truco y él lo sabía. Le iban añadiendo más ingredientes a la salsa, decían que las otras veces estaba descargada, pero como ahora estaba hasta los huevos, esta vez si que la había cargado. Así que lo sentía mucho,...
Pasado éste momento tan divino. La cara estaba bañada en lágrimas, yo lloraba por fuera y por dentro, tú cerebro era papilla, se quedaba en aquel momento congelado. Eras un muñeco hueco, sin sensaciones ni pensamientos. Sólo te abrazaba el miedo, pero habías llegado tan lejos, que había un momento en que el miedo desaparecía. Ya no tenías miedo a nada, ni siquiera a la muerte y hasta pensabas en ella como tú única salida de aquel infierno. Después y ahora sin pausa, venía otra buena dosis de hostias. De atontado y agotado que estabas, ya casi no sentía nada. Aquí creo que se equivocaban. Pues después de darle un beso en la boca a la muerte, las hostias sólo producían odio, ira y rabia. Lo mirabas desafiante, le mantenías la mirada y le marcabas un esbozo de sonrisa. Esto le disparaba y el tio se encegaba. Pero uno como en ese momento, no sentía ni padecía, ponías cara de poker y eso le jodía aún más.
No es que fuera un héroe o un superman del tiempo, no, lo que pasaba es que tonto no era y como diera la más mínima señal de debilidad y dejara entrever, que era cierto lo que ellos pensaban, iban a empezar a tirar del hilo y esto seguro, que llevaría el mismo derrotero que antes, a hostia limpia. Además que nunca tendría un final, pues siempre habría algo más que sacar. Así que no fue por no cantar, ni por ser un héroe de leyenda, simplemente lo fue por puro instinto de supervivencia.
Toda ésta película duró tres días. A mi parecieron tres años. Pues me aplicaron, lo que ellos llamaban "la ley antiterrorista", en la que podían ampliar el plazo de detención de 24 horas a 72 horas. Así pasaron los dias, y yo ya estaba cómodo en el túnel del miedo y para mi la esperanza ya había huido y hacía tiempo. Pero llegó el día, siempre llega cuando estás con el agua en el cuello, y nos anunciaron que iríamos al Juzgado. Yo no me lo creía. En ese momento era un desconfiado, me enseñaron a serlo con sus tretas, primero una buena noticia y despues una buena hostia, así que yo prefería la hostia directamente, sin preámbulos, sin vaselina, !estaba harto de ese juego!. Cuando nos metieron en el furgón de la policía, ahí empecé a notar como el ánimo me calentaba, como las sienes me latían, como sudaba y me aceleraba y como mis pupilas se dilataban. Todos eran signos de que mi alma se llenaba de vida y que ésta había entrado por una rendija, por una rendija que la esperanza siempre deja.
Después, fueron trámites y más trámites, declaraciones y mentiras y el resultado fue, el que ya se sabía, ibamos directos a la cárcel por asociación ilícita. Nos llevaron a la Cárcel de A Coruña, la que está al lado de la Torre de Hercules. Bendita Torre que ilumina el mar todas las noches, pero en éste caso también iluminaba a los que estábamos entre las rejas. La entrada en la Cárcel, fue de curiosidad sana. El miedo había quedado en Santiago, dibujado en las paredes de la comisaria, ahora tocaba ver, mirar, observar y callar. Concentrarse en todo y en los pequeños detalles, fotografiar el entorno y quedarse con los semblantes. De aquellas, en las cárceles, había una parte para presos comunes y otra para presos políticos. A mi por lógica, me tocó con los políticos. Los compañeros de aventura, nos recibieron con entusiasmo y cariño. Se les veía enteros y contentos, pues a pesar de seguir en la dictadura de Franco, ya se asomaban tiempos inciertos: la enfermedad de Franco, las revueltas en la calle,la incertidumbre de los poderes. Todo hacía indicar que aquello por algún sitio iba a estallar, que eran días o quizá unos meses.
Aquello funcionaba por dentro, en comunas y cada una tenía su representante. Así el primer día ya nos soltaron el rollo, cada uno su rollo. Había una comuna de etarras, eran tres, que les gustaba estar sólos ellos tres y ni se molestaron en explicar nada, o se estaba con la ETA o no se estaba y si además no eras vasco, pues para que molestarse. Había otra, que era la de los GRAPO, tenía sólo un integrante, que se deshacía explicancándote las virtudes de su comuna y que era la única unitaria y abierta, pero a medida que iba narrando, el mismo se daba cuenta que sólo podía estar él, pues las trabas eran tantas que solo el las cumplía. Despues había la de los revisionistas (el Partido Comunista y los de Comisiones Obreras), éstos eran pocos, pero estaban descartados por principios, eran revisionistas y nosotros izquierdistas, por decirlo de alguna manera. Con lo que nos quedaba la última, la que decían que era unitaria, abarcaba desde el Movimiento Comunista, al Partido de los Trabajadores y a la Liga Comunista Revolucionaria (los troskistas), nosotros al ser del Movimiento Comunista, entramos en ésta sin apenas comerse el coco. Pusimos las pelas que había que poner para gastos comunes, nos pusimos de acuerdo en la aportación a nivel de comida, la parte que tocaba dejar de lo que nos traía la familia y ya está, todos contentos.
Estos días fueron plácidos y tranquilos, de disfrutar y reir a carcajadas, de jugar como los niños, de hacer bromas sin sentido. Todo era armonía y alegría, nos reuníamos para darnos charlas para ver quien se comía más el coco, jugábamos partidos de baloncesto, entre presos políticos y presos comunes, poníamos la radio, radio Paris, para escuchar los nuevos partes de la enfermedad de Franco, echábamos partidas interminables a las cartas, mientras hacíamos todo esto, los etarras se dedicaban a vigilar, insultar y amenazar a los carceleros, les ponía su poder, el poder que da el tener armas y ellos disfrutaban con ese juego macabro, le encantaban las amenazas de muerte, no hace falta explicar más su simpleza y su calaña. Además de asesinos, eran como niños encerrados en la Guardería, no paraban de imaginar las posibles vías de escape, como hacerlo, en que momento y con que medios. Cada día era una historia distinta, a la que por hartazgo, ya nadie le hacía ni puñetero caso.
Después de salir de chirona, me tuve que dar un paseo por Vigo, para recibir la enhorabuena de parte de mis padres, !estaban locos de contentos!. Logicamente, me cayó la del pulpo y me amenazaron que a lo mejor tenía que dejar la Facultad. Esto pasó y ya llegué de nuevo a Santiago, no me recibieron en manifestación, pues estaban prohibidas, pero en seguida noté que algo había cambiado. Por las miradas, por lo que habia detrás de ellas, por como te oían y te escuchaban, por como asentían a todo lo que dijeras, eras un pequeño dios en la tierra, eras un héroe revolucionario, que no había cantado, que había pasado por encima de la tortura,..., todo esto y más eras a sus ojos y allí estabas como uno más, sólo que ellos, los demás te ponían en un altar. Como me gustaría explicarle a todos, que yo no era un héroe de nada, que yo no había cantado, no por los demás, ni tan siquiera por la revolución, !que va!,lo había hecho por mi, sólo por mi, por mi ombligo, por salvarme yo, sólo yo y nadie más, que yo había sopesado todo, que cantar sería como cabar mi propia tumba, que sólo era eso, que no había más, pero como hacerlo, si en aquellos tiempos era imposible...
Menos mal, que dios existe (al decir de algunos) y me echó un cabo. Pues los acontecimientos anunciaron la muerte de Franco. Para mi fue un doble alivio, por un lado se desviaba la atención y se concentraba en la muerte de Franco y por otro era un motivo de celebración y alegría. Esa noche Santiago se tiñó de fiesta, corrió el vino, el champán, los abrazos y las risas. Los días siguientes, siguió la fiesta, pero más moderada. El activismo político si que no paraba, asambleas, manifestaciones, panfletos y pintadas, todo era febril de noche y de día.
Fueron tiempos dulces, de comerse el mundo, de replantearse todo, de disfrutar de los pequeños momentos, de correr todo el día, de dormirse sobre los panfletos y tambien como no, de transición política, así le llamaban, a aquel contubernio de negociaciones en las altas esferas. Esta transición iba a una marcha diferente a nuestros objetivos y esperanzas, lo nuestro eran ideales descarnados de utopías y deseos.
Claro que llegó un momento, siempre llega, en que estos dos mundos se encontraron y claro chocaron y ahí si que se nos cayó el palio, los deseos se nos escaparon entre los dedos, la utopía se fue de vacaciones al Caribe y al final no quedó casi nada, algo sí, pero muy poco. Tanto luchar por llegar a la cima, pensar que estuvimos tan cerca de ella y resulta que al final no nos habíamos subido ni a su primera piedra. Pero ésta fue una conclusión a posteriori, mientras disfrutamos como cosacos, vivir al día era nuestra consigna, disfrutar de cada instante era nuestra meta y comerse el coco en aquellos momentos, no entraba en los planes de nadie.
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