Ésta va a ser mi última propiedad de mi pequeña y minúscula historia y bueno y la caja de pino que guardará mi cuerpo muerto y descompuesto. Además de que eso de que es tu propiedad queda muy en entredicho, es más propiedad del banco de turno que me dió o que tuvo el honor de concederme el préstamo hipotecario, que mía (mía es la hipoteca y la casa es del banco y punto y pelota). Y cuando pienso en eso me entre el vértigo y porque para pagar sus cuotas mensuales tendré que seguir currando hasta los 100 años o casi. No tanto, pero hasta los 70 años, casi sí. Y sigo pensando que el banco se ha jugado mucho conmigo, pues en mis buenos tiempos de chorizo de poca monta, hubiera pagado como mucho dos cuotas y punto.
Pero coño, me ha pillado siendo padre de familia y como un señor que por su edad y por su abolengo tiene que ser un señor responsable, pues por eso el banco me tiene cogido por mis mismísimos cojones de mono. Y una pregunta antes de seguir con ésta perolata, ¿Y yo que sé como estaré a los 70 años? y es que a lo mejor tengo que ir con los dodotis puestos a currar y sin piños o con piños sintéticos y por la osteoporosis generalizada, tendré que ir en silla de ruedas o con muletas. Es duro mi porvenir, pero juro que fue más duro cuando tenía 30 años más o menos y nunca lo hubiera pensado de aquellas... pero yo sigo estando aquí y sigo largando estupideces en plan metralleta. Ahora bien, lo de la hipoteca no tiene ninguna coña.

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