La verdad, es cada día soporto menos todos los excesos densos, no puedo con las personas empalagosas y pegadizas, no soporto a los plastas de pensamiento, a los pesados, a los que les dices ¡que ya vale! y siguen y siguen... y como si dentro de su cabeza llevaran puestas pilas de duracell. Con lo fácil que es oír una advertencia o un preaviso y para que no se convierta en una amenaza. Porque el siguiente paso ¿cuál va ser?, pues un como sigas así de plasta y de pesado, te voy a partir tu puta cara de payaso. Lo de payaso surte efecto, porque en el fondo los payasos son penosos, bueno para mi, si lo son, porque no dejo de relacionarlos con los circos y pienso en los circos y casi me pongo a llorar.
Son cosas que heredé de mi infancia, la pena que me entra en los circos. Y si uno o sea yo, me hubiera quedado quietecito viendo solo sus números circenses, pues ahora no tendría ese problema. Pero no señor, tuve que indagar y hurgar en la trastienda de los circos y ver que detrás del circo está la más profunda tristeza, los animales despeluchados y peor cuidados, los trajes remendados y mal cosidos, los olores a honda miseria, los colores descoloridos, en fin en esta parte del circo, está la otra cara de la Luna.
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