PESADILLA

 Ésta noche me desperté sudando en medio de una maldita pesadilla y ahora, como pasa muchas veces, ya no me acuerdo de ella, no sé desgranarla porque no puedo acordarme de nada. Es verdad que a veces uno encuentra un pequeño hilo deshilachado, que si tiras de él llegas a saber por lo menos algo de lo que iba la pesadilla. Pero en otras, como es el caso, ni hilo deshilachado ni hostias benditas, en blanco nuclear me he quedado. Al final, lo único que te queda es ese sabor de boca extraño, ese deje amargo que ha dejado la pesadilla. Y cada vez que te llega ese sabor, vuelves a intentar descifrar cual fue tu pesadilla. Sin darte cuenta, el día ya lo tienes marcado por esa pesadilla: el sabor amargo, las vueltas que le das para acordarte y lo incómodo que te hace sentir, pues lo cotidiano, sean quehaceres o tareas emprendidas, se ven interrumpidas por esos pensamientos raros, extraños e insistentes.

Me he lavado la boca dos veces por lo menos y nada el sabor vuelve y regurgita, por lo que deduzco que viene de lo más profundo que pueda imaginar. A lo mejor la pesadilla no ha quedado guardada en el archivo de la memoria imaginaria y por eso no me acuerdo de ella, pero sí que ha quedado en alguna parte desconocida, pues la sensación es que la tengo dentro de mí y estar está, pues de vez en cuando me manda mensajes a través de ese sabor raro o a través de esos pensamienrtos espesos que en principio, no te dicen nada. A veces he intentado comunicarme con ella y ya que conscientemente veo que no puedo, pues intento sumerjirme en su terreno, y me dejo llevar a un plano subconsciente o sea al terreno de los sueños o pesadillas. Cierro los ojos y hasta me acuesto completamente a oscuras, a ver si éstas condiciones favorecen la comunicación entre nosotros. Si alcanzo ese estado de semiinconsciencia que hay entre el sueño y el estar despierto, pues debería funcionar el sistema de comunicación. Y nada de nada, no logro alcanzar a mí pesadilla, en tal caso me monto en otros semisueños nuevos, que al final me distraen de lo que para mí es importante. Y si me quedo en estado letárgico o sea dormido en plan profundo, pues los sueños que voy teniendo no tienen nada que ver con mi auténtica pesadilla.
Entonces concluyo, mi pesadilla debe ser autista, pues no encuentro la forma de comunicarme con ella. Al final sigue ese sabor de boca a metálico y esos pequeños destellos inconscientes que de vez en cuando emite la pesadilla y así va pasando el día. Vamos, el día pasa como un día más, pero con el peso de haber tenido una maldita pesadilla que nunca sabré cual ha sido.


 

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