No hace falta que me digas nada,
adoro el silencio y su espesura gris plateada,
disfruto de la quietud morbosa y sinuosa
que nos regala el silencio de la noche.
No soy de una secta
que adore el silencio.
Puestos a adorar
me quedaría con la luna y sus posturas
con la lluvia del húmedo otoño
con el mar de mis interminables septiembres
y hasta me atrevería a decir,
que me quedaría
con los bosques y campos de amapolas
y ya puestos a pedir
por un beso de la flaca
daría lo que fuera (como diría Pau Donés).

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