Como decía el otro, si no sabes sobre lo que escribir, no escribas. Si no sabes amar, no ames. Si no sabes hablar, no hables y así hasta el infinito y más allá. Pero resulta que si quiero escribir sobre algo, sobre lo que sea y sin tener que pedir permiso a nadie. Acabo de venir de desayunar y mientras saboreaba un rico café con leche, oigo la voz de una tía pidiendo una cerveza y esa voz me suena y esa voz me hace rechinar los dientes. Y miro disimuladamente, esa voz aguardientosa coincide con la cara que le había colocado. La miro, me mira y por supuesto, no nos decimos nada. Yo no tengo ningún placer por saludarla y ella al parecer, tampoco. Ella, huye de mí y porque sabe que yo conozco su lado más oscuro y en cambio de decir aquí estoy y ¿¡que pasa!?, pues ha elegido el intentar pasar desapercibida. Y como no digo ningún nombre, ni doy más pistas, supongo yo que podré hablar de ella.
Ella es celadora o auxiliar en el único hospital de esta isla y yo como hago trabajo de médico de calle (es mi trabajo), la tuve que atender varias veces y siempre por el mismo tema, por intento de suicidio. Alguna vez fue con un mezcladillo de alcohol y pastillas y otras veces por lo mismo más unas aparentes ganas de suicidarse que como se puede ver, que nunca ha cumplido. Que si sus hijos, que ya no la necesitan, que pasa de ellos pero se pasa todo el tiempo hablando de ellos, que la vida es muy puta, que no merece la pena seguir existiendo, que entonces le digo y por su amenaza de suicidio, que se venga conmigo al hospital, pero entonces se pone en plan defensivo y me dice que no, que por favor, que me lo ruega y porque ella trabaja en ese único hospital. Entonces, yo me compadezco de ella y además, la entiendo y porque hubo tiempos en que yo no estaba igual pero iba en camino. Y siempre acabamos acompañándola a su santa casa y para que durmiera de una puta vez la mona.
Pero oye, al día siguiente me ve y ni me saluda. Cosa que para mí es inexplicable. Pero bueno, a mí no se me va la vida con este tema y por tanto, si ella no quiere saludarme pues yo tampoco lo hago. Yo le debo de recordar al lado peor de ella y ella lo sabe y también sabe que nos volveremos a ver en otra noche loca de alcohol, coca, pastillas y todo lo que le pongan por delante y claro en ese espectáculo tan dantesco no puede faltar su principal argumento de su obra, su amenaza de suicidio. La última vez, estaba dentro de un coche con los cristales cerrados y con una ridícula manguera que iba desde el tubo de escape hasta la parte interior de su coche, pero ete aquí que la manguera era estrecha y bailaba un vals dentro del tubo de escape y por tanto, casi no llevaba gas envenenado al interior del coche. Y pasó lo de siempre, que por favor no la llevara al hospital, que se iba a portar bien, que en el fondo no quería morir y bla, bla, blá. Al día siguiente me volvió a ignorar. Pero a fuerza de ser sincero, tengo que decir que hay un cierto placer en que algunas personas me ignoren y este caso es uno de ellos. Ante ella prefiero ser transparente y traslúcido y si para ello, me tengo que vestir de don nadie, pues encantado de tener que hacerlo. Se estaba ganando estas palabras y letras y desde hace demasiado tiempo.

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