Hace sólo 30 años, este era el hogar de la cuarta masa de agua interior más grande de nuestro planeta; un mar antiguo tan vasto, que incluso Alejandro Magno escribió sobre sus dificultades para cruzarlo; donde el comercio pesquero floreció y los turistas una vez acudieron a su ciudad balneario junto al mar.
Ahora, por primera vez en 600 años, el mar de Aral está (casi) seco, y la flota de barcos gigantes y oxidados que quedan a su paso se han convertido en algunas de las únicas pruebas del pasado.
El mar de Aral es (o era) tan grande, que se extiende sobre dos países euroasiáticos que ahora se encuentran a horquilla de sus restos polvorientos: Uzbekistán y Kazajistán.
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