Pues sigo probando mi nuevo sitio desde donde escribo y me encanta, hay más luz, está más esquinado, está más recogido y hasta puedo pasar más desapercibido y no sé para qué...¡total estoy yo sólo!...pero supongo que será por si acaso entra alguien y pienso en el hipotético caso de que quiero seguir escondido. Hay que jugar a algo y por eso me gusta jugar al escondite conmigo mismo y además, porque también me sirve para desentumecer mis huesos que cada día están más podridos. Hay tantos escondites en ésta casa, hay tantos recovecos y rincones, hay tantas luces distintas, de tantos tonos, de tantos colores, de tanta belleza y de tanta melancolía en sus paredes, que hasta a veces pienso que está inundada de magia.
¡Hombre! magia no lo tengo muy claro, pero años sí que tiene y debe estar llegando a los 120 años, más de un siglo, que se dice pronto. Y aquí sigue en pie, con sus anchos muros de piedra isleña, con sus hermosas escaleras, con sus paredes estucadas. Son 120 años de historia y es cuando me pregunto: ¿cuanta gente ha vivido en ésta casa?. Por lo menos 4 o 5 familias y con todos sus vivos y sus muertos y por eso siento tanta mezcla familiar de fantasmas. Lo de que las paredes hablan, es verdad. Hablan, sonríen y lloran, porque al fin y al cabo éstas paredes han sido testigos de que por ésta casa han pasado 4 o 5 familias distintas. Siento el peso de esa historia, siento como cada piedra pesa más y siento que hay demasiadas almas en ésta vieja casa. Pero de momento, todos cabemos.
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