TE ESPERO

 Pues son las 4 de la tarde de un día cualquiera del otoño. Podía ser un día grande y en cambio se confunde en la nebulosa del rápido paso de los días. Un día cualquiera del otoño, ya sabéis: setas, humedades, verdes intensos y castañas y esa estufa de leña que sigue esperando la inaguración de éste año. Un día cualquiera del otoño, nieblas y cielos grises, luces ténues a medias y yo esperándote en mi puerta. Te espero como te esperé siempre, sentado en mi escalera y silbando una canción entre alegre, triste y melancólica (me encanta la melancolía). Sí, porque esperar... entristece, esperar te desespera y más en mi caso, pues no sé a lo que espero. Pero igualmente, espero.

Yo y aunque no esté enamorado no reniego de mis sentimientos, es más los entreno y así no me olvido de lo que es el querer. Aunque dicen que es como andar en bicicleta, que nunca se olvida y que sólo le tienes que dar a los pedales y tirar hacia delante. Pero yo insisto, yo te espero y creo que te esperaré siempre. Total, ¿qué pierdo con ello? y además, si estoy atento y al acecho, no se me escapará nada ni nadie. Es cuestión de dejar un hueco en el día para sentarme en esa escalera durante un rato. Yo dejo la puerta entreabierta y para que entre tú y yo no quede ningún obstáculo.

Como también se dice, yo estoy receptivo para el amor que no llega, pero sé que está, siempre está y aunque ponga cara de haba y de aquí no ha pasado nada, el amor está de cuerpo presente. Tampoco desespero, porque en asuntos del amor el desespero es un mal compañero. Yo insisto, pero no agobio y no agobio porque también me gusta sentirme sólo. Disfruto estando sólo y entonces, no me entran las prisas y las anticipaciones desmedidas con sus meteduras de pata. Yo espero tan tranquilo sentado en las escaleras de mi casa. Silbo una canción triste y pienso en lo bonito que es la vida y si tú apareces, encantado me quedaré y sino apareces, encantado seguiré.



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