Como si fueran santos santificados y porque piensan que son inmunes al mal y a los malos pensamientos. Y su maldad real está en su puta bondad, en su exceso vanidoso de bondad, en su mal interpretada bondad (porque son muy malos actores). No saben decir no, pero tampoco saben decir sí, porque ellos no contestan y solo sonríen como el que no quiere la cosa. ¡Cabrón!...le espetas a la cara y te contesta con una sonrisa bobalicona llena de bondad y con ese aire de perdona vidas y con esa caída de pestañas que indica que por dentro se están diciendo: ¡pobrecito!. Claro que el día en que estallen, arderá Roma y Constantinopla, temblarán la Tierra y los Cielos y las mares serán tsunamis pero siderales.
Por eso a veces hacen advertencias: "tú me ves así, pero si exploto seré otro u otra". Véis, tanta sonrisa bobalicona, tanto pestañeo imbécil, tanto pasar la mano por el hombro ajeno y tantos y tantos besos de plástico que para no significan nada, al final tienen sus propias consecuencias catastróficas. Yo de los demasiado buenos me fío muy poco, pero de los que rezuman bondad no me fío nada de nada y ¿será por alguna vez en mi vida fuí como ellos?, ¡un vendedor de la bondad!. Pero, creo que no, que nuca lo he sido y si lo hubiera sido, muy poco tiempo duraría en ese papel.
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