Que antes de nosotros estuvieron otros, que a su vez sustituyeron a otros y estos otros a otros y así hasta el principio de nuestra existencia. Partimos de una célula, el caso es como coño se hizo esa célula, que la llevó a hacerse célula y no una roca o un árbol o una salamandra. Hay tantos porqués en el tintero, que me he quedado sin respuestas que sean creíbles. Partimos de una célula que a su vez se unió a otra y otras células y todas juntas crearon organismos, primero primarios y más tarde, complejos y ahí es justo cuando entramos nosotros, en nuestra complejidad de seres humanos. Se supone que primero sería el pensar y después, actuar en función de lo que piensas y de lo que te va surgiendo. El pensamiento se hace andando y cada obstáculo que te encuentras en el camino, es hacerte pensar de nuevo y para superar las dificultades que vayan surgiendo. Nadie crece sabido. El proceso del aprendizaje es largo, tedioso y muy complejo, pues lo que hoy te parece bonito mañana no lo es tanto, pero es de suponer que si algo te gusta de verdad, quedará algo de ese gusto en el fondo de tu memoria. Por eso avanzamos y progresamos y porque nuestra memoria nos avisa de los peligros que ya hemos vivido previamente y aunque no sean exactamente iguales. Dos gotas de agua no son iguales, son parecidas. Y nosotros los humanos somos parecidos pero nunca seremos iguales. Y menos mal diría el otro. El otro que siempre me habla desde dentro con su dulce vocecita.
Para contar batallas estoy yo y para decir tonterías, tampoco estoy. Pero la vida me obliga a tener que decidir los pasos que vaya dando. Y cada paso es sangre, sudor y lágrimas. Pero para eso estamos, para sangrar por cada herida, para gritar por cada boca, para pensar en que nos queda menos y que ese poco que nos queda, hay que aprovecharlo al máximo. Parezco un manual de positivismo y creo que de alguna manera lo soy y porque lo llevo metido en la sangre y en el adn. Uno nace positivo, aunque en parte se hace y uno se puede educar en ello. Pero la esencia del tema viene en el chasis, pero claro aquí nos encontramos con una incongruencia, ni mi padre ni mi padre, eran seres positivos y hasta me atrevería a decir que eran pájaros del agüero y entonces el problema está de donde me viene ese gen positivo. Seguro que alguno de mis ancestros más antiguos era positivo a no poder más y como por el camino todo se desgasta, yo soy positivo pero no lo soy tanto.
Lejos quedaron aquellos días de mi tierna infancia donde a la fuerza tenía que ser positivo si quería sobrevivir en aquella casa de locos. Una bofetada en la cara...pues no me dolió tanto o menos mal que no me dió dos o tres. Un castigo ejemplar...y entonces siempre aparecía alguien por casa que distraía un poco a mi madre (mi padre pasaba de controlar estos temas) y bueno, uno siempre aprovechaba ese momento para que ese castigo no fuera tan duro. Me subía a un árbol y lo trepaba hasta el punto más álgido y allí me quedaba unos segundos o minutos contemplando al mundo desde allí. Me encantaba trepar los árboles y no los abrazaba porque de aquellas eso no se llevaba, pero si que me acurrucaba bajo su fronda amable y cariñosa. Cariño, no había en mi casa, pero en el árbol sí lo había.
No hay comentarios:
Publicar un comentario