¿SOMOS HUMANOS?


Voy comprobando, que con el paso del tiempo, me estoy volviendo más tibio y más prudente y más complaciente y creo que también, más estúpido. No existen los todos y si existen los algos que a su vez suman y te hacen ser un poco más de un lado que del otro. Pero de aquél todo y un todo tan absolutista queda muy poco, por no decir, que no queda nada. Y de nuevo, el todo y la nada y sino va quedando el todo, tampoco va quedando la nada. Yo flutúo como las mareas vivas o no tan vivas, estoy en ese continuo sube y baja que tiene la vida y ahí no me quedo quieto. Es decir asciendo, ahí me mantengo un tiempo y después empiezo a bajar y ahí abajo me quedo otro rato. Por tanto la mayor parte del tiempo estoy en estado de transición hacia algún lugar y sitio y claro que toco los extremos e incluso podía decir, que hasta les he cogido cariño. Pero los extremos, de tan intensos que son y de tanta pasión o desilusión que requieren, te cansan y te agotan y por eso es fundamental saber salir de ellos a tiempo. Antes, no lo conseguía siempre, es más muchas veces no lo conseguía y por eso hubo años en mi vida que acabaron siendo extremos, patéticos, pobres, dependientes de cualquier bulto de carne con ojos, débiles, frágiles y obsesivos y al menor soplo de viento, me rompía en mil pedazos. De aquellos polvos estos lodos, que diría el otro.

Pero ser frágil, al final y si sobrevives a ello, te hace ser más fuerte que nunca. Pero yo no presumo de ser fuerte, porque no lo soy y en cambio, presumo de haber pasado por todas o por muchas situaciones malas o peores y de seguir vivo y con una ganas de vivir que ya quisieran muchos. Yo ahora, todo lo veo más templado, menos pasional, más tranquilo y ya no voy de infarto. Lo único que me queda de todo ello, es una parte de mi instinto más asesino. Es el primer instinto que te sale (es el instinto más primario y visceral), ese que te hace palpitar como un caballo desbocado, que te hace petar la yugular como si fuera un tambor, ese que te inunda los ojos de sangre fresca y que si no matas es porque realmente... estás en contra de matar y de sufrir y de torturar y porque al fin y al cabo, al final (y menos mal), siempre gana o casi siempre gana el pensamiento más humanista y ese pensamiento, es plácido, prudente, sosegado y sopesado. Y somos humanos (aunque muchas veces lo dudemos y por un millón de razones y todas lógicas), pero la tendencia debe ser inclinarse del lado más humano posible. Y en esas... estoy yo ahora y con mucha paciencia y buena letra, yo sigo adelante.




















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